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Martin Wolf: la amenaza de una nueva década perdida para los países en desarrollo

Un peligro evidente ahora es el de las oleadas de impagos en los países en desarrollo sobre endeudados. En conjunto, estos shocks causarán efectos duraderos, quizás décadas perdidas, en numerosos lugares vulnerables.

Por Financial Times / Foto: Reuters I Publicado: Miércoles 11 de enero de 2023 I 11:10
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Los shocks de los tres últimos años han afectado a todos los países, pero han golpeado con especial dureza a los países emergentes y en desarrollo. Como consecuencia, según el informe Perspectivas Económicas Mundiales 2023, recién publicado por el Banco Mundial, la convergencia de los ingresos promedio entre países pobres y ricos se ha estancado. Peor aún, es posible que no se recupere pronto, dados los daños ya causados, que probablemente persistan en el futuro.
Para finales de 2024, se prevé que los niveles de Producto Interno Bruto (PIB) de las economías emergentes y en desarrollo sean 6% inferiores a los anticipados antes de la pandemia. La pérdida acumulada del PIB de estos países entre 2020 y 2024 se estima en 30% del PIB de 2019. En las áreas frágiles y afectadas por conflictos, se prevé que los ingresos reales per cápita hayan caído para 2024. Si la economía mundial se ralentiza más de lo que ahora se pronostica, como resultado de una política monetaria restrictiva y quizás de otros shocks, estos resultados fácilmente pudieran ser peores.
Estas pérdidas, con todo lo que significan para la difícil situación de las personas más vulnerables del mundo, muestran el impacto de la pandemia; de la guerra en Ucrania; de la subida de los precios de la energía y de los alimentos; del significativo aumento de la inflación y del pronunciado endurecimiento de la política monetaria en los países de altos ingresos, especialmente en EEUU; y de la consiguiente alza en el valor del dólar. Un peligro evidente ahora es el de las oleadas de impagos en los países en desarrollo sobre endeudados. En conjunto, estos shocks causarán efectos duraderos, quizás décadas perdidas, en numerosos lugares vulnerables.

Se repite la historia

Eso ya ha sucedido antes. De hecho, es lo que ocurrió en Latinoamérica tras la crisis de la deuda de 1982. Esta crisis, cabe recordar, también se produjo tras un aumento de los préstamos privados a los países en desarrollo, entonces llamado el "reciclaje" de los excedentes de los exportadores de petróleo. Desafortunadamente, a este aumento de la deuda le siguió la invasión de Irán por parte de Iraq; un segundo "shock del petróleo" (el primero fue en 1973); un dramático aumento de la inflación; un fuerte endurecimiento de la política monetaria estadounidense; y un dólar más fuerte. Todo esto produjo un desastre: una crisis de la deuda que duró una década.
Resulta inquietante que el reciente endurecimiento de la política monetaria por parte de los bancos centrales del Grupo de las Siete principales economías haya sido más similar, tanto en velocidad como en magnitud, al de la década de 1970 y al de principios de la de 1980 que a ninguno de los que se han producido desde entonces. Según las actuales previsiones de las tasas de interés implícitas en el mercado, el aumento acumulado se acercará a los 400 puntos básicos durante 17 meses. La subida de mayo de 1979 en última instancia fue mayor, pero también tomó más tiempo. Es cierto que, esta vez, las tasas parten de un nivel mucho más bajo. Pero eso puede no suponer tanta diferencia si la gente ha dependido de estas tasas bajas. Además, la apreciación del dólar estadounidense ha sido particularmente fuerte. Para los países que tienen una sustancial deuda externa denominada en la moneda estadounidense, esto también aumentará pronunciadamente los costos del servicio de la deuda.
Es útil que esta vez el endeudamiento no haya sido tanto a través de bancos a tasas variables, sino en bonos, los cuales tienen vencimientos más largos y tasas de interés fijas. Sin embargo, una interrupción repentina del flujo de crédito creará una despiadada restricción. El Banco Mundial muestra un aumento de 17 puntos porcentuales en los diferenciales de los préstamos soberanos en moneda extranjera de los países importadores de materias primas con calificaciones crediticias débiles en 2022. En la práctica, estos países quedan excluidos de los mercados.
No es de extrañar que haya habido una gran disminución en la emisión de bonos públicos y privados en los países emergentes y en desarrollo desde febrero de 2022 en comparación con el año anterior.
Inevitablemente, los países altamente endeudados que ya han sufrido la crisis del Covid y un pronunciado deterioro de sus términos de intercambio, al dispararse los precios de los alimentos y de la energía, se verán ahora en problemas aún más graves y duraderos. Esto también incluirá a un gran número de países de bajos ingresos donde los medios de subsistencia de muchos ya están al borde de la supervivencia. Según el Banco Mundial, el número de personas que sufren "inseguridad alimentaria" (es decir, que están al borde de morir de hambre o de sufrir de hambre extrema) en los países de bajos ingresos pasó de 56 millones en 2019 a 105 millones en 2022.
Sabemos, además, que muchos niños perdieron a sus padres durante la pandemia, y que su educación también se vio gravemente trastornada. Por otra parte, la inversión física se ha reducido drásticamente. Por esto, para el conjunto de los países emergentes y en desarrollo, el Banco Mundial prevé que la inversión agregada en 2024 será 8% inferior a la anticipada en 2020. Si a esto se le añade la probabilidad de problemas de deuda de larga duración y, por lo tanto, el cese de los flujos de capital externo, la posibilidad de una década perdida para la convergencia sin duda se convierte en algo muy probable para muchos países emergentes. De más está decir que tampoco será un entorno en el que se logre significativo progreso en materia de transición energética en muchos lugares.

Guerra de valores con China

El Covid no fue culpa de estos países. La falta de cooperación mundial para abordarlo no fue culpa suya. La falta de financiación oficial externa adecuada no fue culpa suya. La inflación mundial no fue culpa suya. La guerra no fue culpa suya. Pero si los países de altos ingresos no les ofrecen la ayuda que ahora evidentemente necesitan, será indudablemente culpa suya.
Las democracias de altos ingresos desean embarcarse en una guerra de valores con China. Bueno, he aquí una batalla. Hay que encontrar la manera de resolver los problemas de la deuda que están surgiendo ahora de forma efectiva y no, como ocurrió en el caso de Latinoamérica, tras casi una década de fingimiento. Hay que encontrar la manera de salir del círculo vicioso en el que la baja solvencia engendra diferenciales inasequibles, los cuales engendran crisis de deuda y luego una solvencia crediticia aún más baja.
Eso no sólo beneficia a los países pobres. También beneficia a los países ricos. Los problemas de los países frágiles y empobrecidos también se volverán suyos. Es hora de hacer las cosas de otra manera.

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