Opinión FT: Brasil puede ser el ganador en el duelo entre EEUU y China
El país balancea inteligentemente sus intereses entre las dos superpotencias, y ambas lo necesitan.

Por Michael Stott
Parecía una victoria fácil para Xi Jinping en la batalla de las superpotencias por la influencia mundial.
El líder chino recibió a tres presidentes latinoamericanos y a un grupo de ministros de relaciones exteriores en una cumbre regional celebrada en Beijing la semana pasada. El comercio entre China y América Latina superó los US$ 500 mil millones el año pasado, señaló Xi en su discurso, lo que supone un aumento de 40 veces en 25 años.
Luego arremetió contra el mandatario estadounidense, Donald Trump: "No hay ganadores en las guerras arancelarias o comerciales. La intimidación o el hegemonismo sólo conducen al autoaislamiento".
El Presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, invitado estrella de Xi, transmitió su aprecio y "afecto" por China. Lo acompañaban un grupo de ministros del gabinete que se unieron a la visita de Estado con motivo de la reunión entre América Latina y China. Se firmaron una veintena de acuerdos de cooperación sino-brasileños, así como inversiones previstas por valor de 27 mil millones de reales (US$ 4.800 millones).
Al otro lado del océano, la élite del sector privado de Brasil y un grupo de poderosos gobernadores estatales estaban cortejando a otra superpotencia. En Nueva York con motivo de un conjunto anual de conferencias empresariales y bancarias apodado "Semana de Brasil", ejecutivos y políticos les restaron importancia a las sugerencias de que la presidencia de Trump había cambiado fundamentalmente la fuerte relación comercial entre los dos gigantes de las Américas.
"La industria brasileña está aquí porque comprende perfectamente la importancia de la asociación con EEUU", dijo el presidente de la confederación brasileña de la industria, Ricardo Alban. "Tenemos una historia de más de 200 años de relaciones y nunca la menospreciaremos".
Aunque a los principales ejecutivos y banqueros de Brasil no les gustan los aranceles de Trump sobre el acero y el aluminio (ambas exportaciones brasileñas), les molestan menos sus políticas. Muchos de ellos votaron a Jair Bolsonaro, el mandatario brasileño conocido como el "Trump tropical".Telefónica le dijo adiós a Uruguay, tras venta de su operación a Millicom en unos US$ 440 millones
Les preocupa más el despilfarro del gobierno de Lula, que registra un déficit global de casi el 8% del producto interno bruto (PIB), lo que obliga a subir las tasas de interés, debilita el real brasileño y disuade a los inversionistas estadounidenses, a menudo a corto plazo.
"Brasil se alinea más culturalmente con EEUU y se acerca más a sus valores. Pero los empresarios brasileños se dan cuenta cada vez más de que si quieren inversiones a largo plazo tienen más socios probables en China, el Medio Oriente o Singapur que en EEUU", dijo Marcos Troyjo, expresidente del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), antes conocido como Banco de Desarrollo de los BRICS.
Pero el dinero estadounidense sigue siendo importante. Mientras muchos ejecutivos del pujante sector agropecuario brasileño saludaron efusivamente a los funcionarios chinos con Lula, el director ejecutivo y los multimillonarios propietarios de la mayor empresa productora de carne del mundo, la brasileña JBS, decidieron ir a Nueva York, quizá con la vista puesta en la inminente salida a bolsa de la compañía en EEUU.
Darío Durigan, secretario ejecutivo del Ministerio de Hacienda de Brasil, también estuvo en Nueva York y quiso subrayar que su país no estaba tomando partido. "En un mundo con mucha volatilidad y en el que la gente está muy insegura sobre el futuro, Brasil se está posicionando como un puerto seguro", sostuvo.
La relación entre dos de los miembros fundadores de los BRICS es menos desigual de lo que algunos podrían suponer. Brasil es una de las pocas naciones que registra un gran superávit comercial con China y su dominio de las exportaciones mundiales de productos básicos le da ciertas ventajas.
Brasil suministra casi el 60% de las exportaciones mundiales de soya, mientras que China, primer importador mundial de ese producto, tiene pocas opciones para diversificar sus suministros. (EEUU es el segundo mayor exportador y el tercero, Paraguay, reconoce a Taiwán en lugar de a Beijing). Sucede casi lo mismo con la carne, donde Brasil también encabeza las exportaciones y China es el primer importador.
A pesar de las cálidas palabras en Beijing, Brasil no se ha adherido a la iniciativa china de infraestructuras Franja y Ruta y durante la visita de Lula no se anunciaron grandes proyectos de construcción.
Marcos Caramuru, exembajador en China, dijo que la visita de Lula sirvió para consolidar el diálogo político y una amistad personal con Xi, a pesar de la falta de nuevos proyectos conjuntos de infraestructuras.
"Brasil apuntaba en ambas direcciones la semana pasada y parece estar funcionando bien", dijo sobre las delegaciones en Beijing y Nueva York. "En China se necesita al gobierno para que las cosas sucedan, mientras que en EEUU se trabaja con el sector privado y no se necesita al gobierno".
Resulta revelador que el discurso de Lula en el foro China-América Latina no terminara con una alabanza a Xi, sino con un llamamiento a América Latina para que se una y forje su propio futuro. Si eso sucede, Brasil, y no China, podría ser el ganador de la reunión de la semana pasada.
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