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Opinión FT: El maltrecho sistema político peruano necesita urgentemente una solución

En el artículo de opinión, Michael Stott, editor para América Latina del FT, asegura que el torpe intento de golpe de Estado de Pedro Castillo oculta un problema más profundo.

Por Financial Times, traducido por María Gabriela Arteaga / Foto: Reuters I Publicado: Viernes 9 de diciembre de 2022 I 08:00
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El intento de golpe de Estado del presidente de Perú fue tan incompetente como sus intentos de gobierno.

Una hora después de que Pedro Castillo proclamara este miércoles la disolución del Congreso y decidiera gobernar por decreto, el maestro rural de primaria y su familia habían huido del palacio presidencial de Lima.

Al parecer, nadie respaldó la atrevida toma de poder: ni el propio gabinete de Castillo (que dimitió rápidamente); ni el Ejército; ni la policía. En cuestión de horas, el izquierdista radical estaba detenido y la vicepresidenta Dina Boluarte —sexta presidenta de Perú en poco más de cuatro años — había asumido el cargo para sustituirlo.

Muchos peruanos respiraron aliviados tras el dramatismo de la jornada, rezando para que el desenlace significara un respiro, aunque fuera breve, de las constantes turbulencias políticas que han azotado a esta nación andina productora de cobre. Las tiendas permanecieron abiertas y los comercios apenas se inmutaron.

Si Castillo esperaba emular a Alberto Fujimori, el presidente peruano que logró disolver el Congreso en 1992 y gobernó por decreto otros ocho años, olvidó dos detalles vitales. El primero fue el apoyo popular: Fujimori estaba en la cima de las encuestas cuando logró lo que se conoció como su "autogolpe". El segundo fue enviar los tanques junto con la suspensión de la Constitución.

El caos y la incompetencia plagaron la administración de Castillo desde el principio. Elegido el año pasado con la promesa de "no más pobres en un país rico", los fiscales afirman que Castillo y su círculo íntimo, dominado por su familia, se apresuraron a cumplir esa promesa para sí mismos.

La fiscalía acusó a Castillo en octubre de dirigir una "organización criminal" dentro de la presidencia destinada a conseguir sobornos con contratos públicos. La esposa del presidente, su cuñada y dos sobrinos han sido implicados. (Ellos niegan las acusaciones).

Las acusaciones de soborno no son nada nuevo en la política peruana. Muchos de los anteriores dirigentes del país y gran parte de sus legisladores también han sido acusados de aceptar sobornos. Los analistas coinciden en que Castillo sólo ha durado tanto porque el pueblo detesta al Congreso incluso más que a él.

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Boluarte debe ahora intentar reunir una mayoría parlamentaria para gobernar hasta que finalice el actual mandato presidencial en 2026. Esta abogada de profesión sigue siendo un enigma para muchos peruanos, ya que ha mantenido la distancia con Castillo y ha evitado en gran medida el debate público.

Es posible que, por ahora, el Congreso apoye a su Gobierno por motivos de autopreservación. Perú les prohíbe a los legisladores volver a postularse y los generosos salarios de la legislatura son un poderoso desincentivo para votar a favor del despido anticipado.

Incluso si su administración demuestra ser más competente y duradera que la de Castillo (un listón bastante bajo), la llegada de Boluarte no arreglará el maltrecho sistema político del país.

Para ello se necesita una reforma política. Perú está paralizado por el legado de la constitución autoritaria de Fujimori: una legislatura unicameral y un presidente facultado para disolver el congreso si su candidato a primer ministro pierde dos votos de confianza. De forma igualmente absurda, el Congreso tiene la potestad para destituir al presidente electo por "incapacidad moral", una expresión que podría significar prácticamente cualquier cosa.

"La inestabilidad del sistema político está establecida", señala Alberto Vergara, experto en política. "Seguiremos teniendo episodios como el del miércoles mientras tengamos un sistema corrupto, disfuncional y deficiente".

No está claro si Boluarte tiene el valor y la agudeza política para emprender una enorme reforma política. Mientras tanto, un autoritario ajeno a la política podría intentar tomar el poder, aunque esto parece poco probable dada la preferencia claramente expresada por el ejército por las soluciones constitucionales.

Lo que resulta cada vez más obvio es que los resultados macroeconómicos de Perú, que han desafiado la ley de la gravedad en las dos últimas décadas, no durarán mucho más a menos que se ponga orden en la política. Los bancos centrales independientes y los ministerios de finanzas tecnocráticos están limitados en lo que pueden hacer.

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