El triángulo del litio se reactiva: la oportunidad que abre el nuevo ciclo político en Argentina, Bolivia y -quizá- Chile
En plena transición energética y bajo una nueva correlación de fuerzas, la región emerge como pieza clave del ajedrez global para la explotación del oro blanco.
El litio vuelve, una vez más, al centro de la escena global. La transición energética, el avance de las tecnologías limpias y un renovado giro político en los países del llamado triángulo del litio -Bolivia, Argentina y, eventualmente, Chile- abren una nueva ventana de oportunidades para reposicionar a la región como el epicentro mundial del mineral más codiciado de la era eléctrica.
“La demanda de litio crecerá más de 400% hacia 2040. Estamos ante una de las explosiones tecnológicas más grandes de la historia de la humanidad”, afirmó el director de Desarrollo Estratégico de la Cámara Internacional del Litio y Energías (CIL Lithium), Sebastián Quiñones, en entrevista con DFSUD.
En su visión, esta expansión redefine no solo el mercado, sino también las relaciones geopolíticas y el rol que América Latina puede jugar en la cadena global de suministro energético.
El llamado oro blanco retoma su protagonismo en momentos en que la seguridad energética es prioridad para Estados Unidos y Europa, ambos interesados -además- en reducir su dependencia de China, principal proveedor mundial de baterías. “Occidente necesita otras maneras de obtener recursos, porque hoy el litio de grado batería viene, en su mayoría, desde China”, advirtió.

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De la geopolítica a la sostenibilidad
Desde la CIL Lithium destacaron el momento que está viviendo la industria con el renovado impulso político en Argentina con Javier Milei; los primeros gestos de apertura en Bolivia, tras el triunfo del centrista Rodrigo Paz; y una estabilidad institucional en Chile que, para la institución, componen un mapa favorable para coordinar esfuerzos y atraer inversión.
“Bolivia hoy tiene un nuevo aire…y Argentina tiene dos años clave para consolidar su política de apertura. Lo importante es que la región camine hacia la certeza, porque eso es lo que más necesita la minería”, apuntó Quiñones.
En ese contexto, la cámara asegura estar buscando consolidar una estrategia común que combine desarrollo productivo, innovación tecnológica y sostenibilidad.
Su presidenta, Pamela Goicovich, lo sintetizó así: “Tenemos el litio más valioso del mundo porque es sostenible, producido con la energía más limpia, que es el sol, y en acuerdos con comunidades originarias. Eso le da un valor inconmensurable”.

Ambos expertos coincidieron en que el triángulo del litio -ubicado entre Chile, Argentina y Bolivia- tiene la oportunidad de posicionarse no solo por volumen, sino por reputación. En esa línea, el plan de la Cámara es avanzar en la creación de un “sello de litio americano”, una certificación de trazabilidad que garantice prácticas ambientales y sociales responsables.
“El consumidor final debe poder saber cómo se fabricó la batería de su auto o teléfono. Ese será el nuevo valor de la industria”, subrayó Goicovich.
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Palanca de desarrollo
El potencial de América Latina no se limita a sus reservas -que representan más del 60% del total global-, sino también a sus ventajas logísticas y a su capital humano.
“Chile tiene los puertos, la estabilidad y los tratados de libre comercio. Argentina y Bolivia necesitan de esa infraestructura para exportar. Por eso, Chile puede ser el puente natural hacia Europa, Asia y Norteamérica”, explicó Quiñones.
Goicovich impulsó, además, una mirada más integral del desarrollo, que incorpore innovación, educación y participación social.
En su visión, la nueva minería debe ser “una ingeniería espiritual”. “Queremos que el litio sea parte de una economía regenerativa, que fomente el bienestar de las comunidades y deje un legado sostenible. Estamos creando la diplomacia del litio”, sostuvo.
El plan de trabajo de la Cámara se apoya en 10 pilares estratégicos, entre ellos la soberanía energética, la transferencia tecnológica, las alianzas público-privadas sostenibles y la educación para la sostenibilidad.
En cuanto a los precios del litio, desde la cámara señalaron que si bien han mostrado volatilidad tras el auge de 2022, la industria confía en un nuevo equilibrio. “El precio tenderá a estabilizarse entre los US$ 14.000 y US$ 15.000 por tonelada hacia 2030”, proyectó Quiñones.
Para lograrlo, la clave será aumentar la eficiencia y dar el salto hacia productos de mayor valor agregado, como el litio fosfato -usado en las baterías LFP-, que hoy escasea y cotiza más alto. “La producción desde salmuera es más barata y eficiente que desde roca. Con la extracción directa, podemos recuperar más del 90% del litio, con bajo consumo hídrico y energético”, explicó el ejecutivo.
Ese -dijo- “es el tipo de innovación que permitirá a América Latina competir en la nueva era verde”.
Mientras tanto, la geopolítica sigue moviéndose. El giro a la derecha en la región y el interés creciente de potencias como Arabia Saudita y Emiratos Árabes -que ya avanzan en acuerdos con Perú- muestran que el tablero del litio se expande. Y la región, esta vez, parece dispuesta a jugar en serio.
“El litio tiene para rato”, concluyó Quiñones. “Y el litio de América Latina, por su calidad, sostenibilidad y costos, es la respuesta a las necesidades energéticas del mundo”.
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