Lula enfrenta lucha para invertir la destrucción medioambiental de Brasil
Por Michael Stott y Michael Pooler
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no tomó parte en las conversaciones sobre el clima de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en Glasgow el año pasado, en medio de duras críticas a su historial medioambiental, y optó en cambio por recibir la ciudadanía honoraria de la pequeña ciudad italiana en la que había vivido su bisabuelo.
El nuevo presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, tiene prioridades muy diferentes.
A las pocas horas de ganar la votación del domingo, Lula prometió detener la destrucción de la selva amazónica y restaurar a Brasil como líder internacional en cuestiones climáticas. Tiene previsto asistir a la cumbre COP27 de este año en Egipto, que comienza la semana que viene, aunque él no tomará posesión de su cargo hasta enero.
Las promesas ecológicas, sin embargo, son fáciles de hacer: el gobierno de Bolsonaro también se comprometió el año pasado a detener la deforestación, pero la destrucción de la Amazonia alcanzó un récord de 13 años en 2021, y recortó los presupuestos de los esfuerzos para hacer cumplir las leyes de protección medioambiental.
Lo que les ha dado más peso a las palabras de Lula ha sido la presencia de Marina Silva —la exministra de Medio Ambiente de renombre internacional que supervisó una drástica reducción de la deforestación durante los dos primeros mandatos de Lula— en su coalición electoral.
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Silva rompió con Lula en 2008 tras perder las luchas contra las presas hidroeléctricas, los cultivos modificados genéticamente, y la gestión de la región amazónica. Ella se reconcilió con él este año tras convencerlo de que endureciera sus promesas electorales, y se anticipa ampliamente que ella volverá a ocupar un puesto clave en el nuevo gobierno.
"Las cuestiones del cambio climático, de la protección de los bosques, de la biodiversidad, y de los pueblos indígenas estarán en lo más alto de la lista de prioridades del nuevo gobierno", le aseguró Silva al Financial Times. "Serán una prioridad para el sector del transporte, el sector energético, el sector agrícola, para todos los sectores".
Hija de caucheros de raza negra del estado occidental de Acre, Silva ha ganado premios internacionales de medio ambiente por su perenne lucha para preservar la selva tropical y sus pueblos indígenas de los estragos de los madereros, los mineros y los acaparadores de tierra ilegales.
Esta vez ella aceptó respaldar a Lula después de que él aceptó reformular su promesa de "deforestación neta cero" —lo cual significa que la pérdida de bosques pudiera compensarse con otras medidas— para que dijera "deforestación cero".
"El regreso de Silva al cargo de ministra de Medio Ambiente sería una señal clara del compromiso de la nueva administración para acabar con la deforestación a gran escala, como lo es la decisión del presidente electo de asistir a la cumbre de la COP", afirmó Eric Christian Pedersen, el encargado de inversiones responsables de Nordea Asset Management.
Silva no se hace ilusiones en cuanto a la escala de la tarea después de que un vasto electorado rural fuera envalentonado a tomarse la justicia por su mano durante la presidencia de Bolsonaro. Cada día se arrasa una superficie de selva tropical lluviosa del tamaño de 2.000 campos de fútbol, según Imazon, un grupo de monitoreo gubernamental sin fines de lucro. La deforestación se ha acelerado en los últimos meses, ya que los acaparadores de tierras intentan maximizar sus ganancias antes de que un nuevo gobierno tome enérgicas medidas en su contra.
"Las cosas han cambiado y el panorama es mucho peor de lo que era en 2003", dijo Silva. "El gobierno de Bolsonaro no sólo debilitó la gestión (del medio ambiente), no sólo recortó los presupuestos, sino que también empoderó a los sectores que perjudican a los indígenas y a la protección de los bosques y les dio mucho poder económico a los elementos más retrógrados del agronegocio".
Raoni Rajão, un profesor de gestión medioambiental de la Universidad Federal de Minas Gerais afirmó que, aunque el objetivo de cero deforestación ilegal es creíble, sería "prácticamente imposible en la próxima década".
Sin embargo, hay margen para abordar la tala de árboles a gran escala en áreas de 25 a 500 hectáreas, él añadió.
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"Esta deforestación puede reducirse drásticamente, e incluso eliminarse, si se implementan políticas", dijo Rajão. "Hay que hacer que las consecuencias del incumplimiento de la ley sean mayores que la ganancia, entonces será posible invertirla".
El procesamiento de los madereros y de los mineros ilegales en la vasta área amazónica ha demostrado ser notoriamente difícil. Sólo una fracción de los infractores cumple condena en prisión, y el número de multas medioambientales impuestas se ha desplomado bajo Bolsonaro.
Las elecciones al Congreso del mes pasado pusieron de manifiesto la influencia política del lobby del agronegocio brasileño y la hostilidad de la base conservadora de Bolsonaro hacia las cuestiones ecológicas. Bolsonaro culpó de la quema de la Amazonia a los pueblos indígenas en un discurso grabado ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2020.
Ricardo Salles, quien dimitió como ministro de Medio Ambiente de Bolsonaro tras ser acusado de traficar ilegalmente con madera de la Amazonia y proponer aprovechar la pandemia de coronavirus para relajar las normas medioambientales, fue elegido recientemente para el congreso por São Paulo, el estado más grande de Brasil, con más de 640.000 votos.
Eso fue casi tres veces más que los 236.000 votos de Silva, aunque ella obtuvo suficiente apoyo para ser elegida como uno de los 70 diputados del estado.
"La sociedad brasileña está dividida entre el progreso y el atraso, entre la democracia y el autoritarismo, entre el racismo y el respeto a la diversidad, entre el machismo y el respeto a la mujer", dijo Silva sobre el resultado electoral.
Al igual que muchos progresistas en Brasil, Silva cree que su país puede expandir su economía de forma sostenible si aumenta la productividad de las tierras agrícolas existentes y aprovecha el potencial de los recursos naturales sin destruirlos.
"Necesitamos... crear nuevas cadenas de valor, nuevos productos, nuevos materiales y apostar fuertemente por la bioeconomía", dijo Silva. "Tenemos muchas oportunidades porque somos capaces de tener una matriz energética limpia. Podemos producir coches eléctricos utilizando energía limpia para hacerlo, y podemos producir hidrógeno ecológico. Tenemos muchas posibilidades".
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