La derecha brasileña busca un nuevo líder mientras el clan Bolsonaro se autodestruye

Michael Stott y Michael Pooler
São Paulo

Jair Bolsonaro fue el Presidente derechista de Brasil que idolatraba a Donald Trump y buscaba construir una dinastía política en la mayor democracia de América Latina.

Pero ahora que el hombre de 70 años está encarcelado por planear un golpe de Estado y sus hijos políticos se tambalean por errores autoinfligidos, su movimiento bolsonarista está contra las cuerdas.

La estrategia del clan de buscar ayuda en Washington ha fracasado estrepitosamente: cuando Bolsonaro fue juzgado en Brasil, su hijo, el legislador Eduardo, presionó a su favor en Estados Unidos, lo que resultó en aranceles comerciales que enfurecieron a la clase empresarial del país y expusieron a Eduardo a acusaciones en su país. La campaña no logró evitar el encarcelamiento de su padre.

Ahora, mientras los conservadores del país buscan una cara nueva para desafiar al Presidente Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones del próximo año, las aspiraciones de poder de la otrora primera familia están cada vez más en duda.

El exmandatario lucía desolado y solitario cuando la policía federal lo detuvo el 22 de noviembre tras violar las condiciones de su arresto domiciliario. Dos días después, comenzó a cumplir una condena de 27 años de prisión.

El exlíder de extrema derecha admitió haber usado un soldador para soldar su tobillera electrónica, pero negó que esto formara parte de un plan de escape durante una manifestación frente a su casa organizada por su hijo, el senador Flávio. En cambio, afirmó que la medicación para los ataques de hipo severos le había provocado alucinaciones que, según él, lo llevaron a dañar el dispositivo de monitoreo.

“El electorado ve al bolsonarismo y dice: '¿Qué clase de porquería es esta? ¡Este tipo está loco!'”, dijo Murillo de Aragão, quien dirige la firma de riesgo político Arko Advice en Brasilia. “Esto debilita al bolsonarismo , pero no deja a la derecha fuera de juego”.

Gran parte del atractivo del clan Bolsonaro residía en su capacidad para interpretar el sentir popular. Su mensaje de "carne, Biblia y balas" resonó entre los agricultores y habitantes de las favelas, impulsando al excapitán del ejército a la presidencia en 2019. En su apogeo, el exlíder podía atraer multitudes para escuchar sus encendidos discursos e infundir miedo en las instituciones que lo contradecían.

Pero los intentos de la familia por salvar a Bolsonaro de la cárcel apelando a su aliado de toda la vida, Trump, resultaron desastrosos. Los aranceles del 50% impuestos por Washington a una gran cantidad de productos brasileños no lograron que la Corte Suprema de Brasil desestimara el caso, mientras que el Presidente estadounidense levantó algunos de los gravámenes este mes debido a la preocupación por el aumento de los precios de los alimentos.

Eduardo, el tercer hijo de Bolsonaro, quien en 2018 batió récords al obtener el mayor número de votos para un congresista, se encuentra ahora en exilio autoimpuesto en Estados Unidos. Si regresa a Brasil, podría ser procesado por obstrucción a la justicia.

“Los errores de la familia Bolsonaro han provocado una destrucción muy significativa de su imagen política”, declaró un alto cargo de una de las principales instituciones financieras de Brasil. “La familia se ha vuelto loca y lo que hizo Eduardo (buscar la intervención de Trump) es absolutamente reprensible”.

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El hijo mayor de Bolsonaro, Flávio, un senador considerado otro candidato presidencial, organizó la vigilia de protesta de sus partidarios el fin de semana pasado que llevó a la detención de su padre.

Tras invocar al "Señor de los Ejércitos" para que salvara a su padre y a "Dios para que aplique su justicia a quienes persiguen a inocentes", Flávio fue criticado por el juez del Tribunal Supremo que supervisaba el caso de su padre por "intentar causar caos y conflicto". El juez declaró que la manifestación planeada tenía como objetivo obstruir la vigilancia policial y, por lo tanto, representaba un "riesgo muy alto" para el arresto domiciliario de Bolsonaro.

A sus 70 años y con mala salud, Jair Bolsonaro podría pasar el resto de su vida en prisión. La campaña de sus simpatizantes para obtener un indulto fracasó. Los analistas afirman que la mejor oportunidad para que el expresidente evite morir en prisión es que la familia abandone su anhelado sueño de poner a otro Bolsonaro en la presidencia y apoye a un nuevo contrincante conservador.

Tarcísio de Freitas, el gobernador de São Paulo -el estado más rico y poblado de Brasil- es visto como la mejor esperanza de la derecha.

De Freitas, un ex ingeniero del ejército que se desempeñó como ministro de Infraestructura durante la presidencia de Bolsonaro, es popular entre el lobby empresarial de Brasil y ha demostrado lealtad a su ex jefe al respaldar la campaña para que sea indultado.

“Está bien capacitado, es técnico y habla el idioma de Faria Lima”, dijo el director ejecutivo de una gran empresa, refiriéndose al Wall Street brasileño. “Es indudablemente inteligente y pragmático”.

Pero De Freitas sólo se presentará, dicen sus aliados, si Bolsonaro está dispuesto a apoyarlo y abandonar los intentos de imponer a uno de sus hijos como candidato alternativo.

El gobernador de São Paulo ha sido blanco de luchas internas dentro del movimiento de derecha de Brasil, con Eduardo Bolsonaro atacándolo como "el candidato del establishment".

A pesar de estas tensiones, De Freitas parece más dispuesto a presentarse a la presidencia, según un asesor, y añadió que probablemente tomaría una decisión a mediados de febrero. Los funcionarios electos deben dejar el cargo antes de abril si pretenden presentarse a las elecciones de octubre del próximo año.

"Es leal a Bolsonaro, así que solo lo haría con su aprobación. Sin ella, es imposible", añadió. Algunos observadores han sugerido que podría conseguir el respaldo de Bolsonaro eligiendo a Flavio como compañero de fórmula.

Un confidente de Jair Bolsonaro dijo que probablemente elegirá un sucesor antes de fin de año.

Antes de su arresto, el ex líder estaba frustrado porque De Freitas no había logrado obtener clemencia, a pesar de realizar visitas regulares a Brasilia para hablar con el poder judicial y presionar a los legisladores para que aprobaran un proyecto de ley de amnistía, dijo la fuente.

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“La cuestión es si opta por la política y apoya a Tarcísio, o respalda su movimiento y apoya a sus hijos”, dijeron.

Incluso si de Freitas logra el apoyo de los bolsonaristas más acérrimos que representan alrededor del 20 por ciento del electorado, enfrenta una dura batalla por la presidencia.

Lula es un activista con una experiencia formidable que ha anunciado su candidatura para un cuarto mandato. La economía brasileña presenta un buen desempeño, con un sólido crecimiento del empleo y los salarios, gracias a su baja dependencia del mercado estadounidense, que la ha protegido de los peores efectos de los aranceles de Trump.

A pesar de su edad -cumplió 80 años en octubre- Lula mantiene una exigente agenda de viajes al exterior y apariciones públicas.

La mayor esperanza de la derecha es que la delincuencia y la seguridad pública, ampliamente consideradas como un punto débil de Lula, terminen dominando la campaña. El mes pasado, el presidente izquierdista describió a los narcotraficantes como "víctimas" de los consumidores, lo que provocó la indignación de los ciudadanos, que anhelan medidas contundentes contra los delincuentes. Lula se disculpó rápidamente.

“Tarcísio es el único candidato que tiene la derecha capaz de competir con Lula”, dijo Thomas Traumann, analista político y exportavoz presidencial. “Contra todos los demás, Lula es el claro favorito. Si las elecciones fueran en dos meses, Lula ganaría. Pero aún falta casi un año”.