Lula busca reducir el papel de las Fuerzas Armadas en la política brasileña y desata protestas
La elección del ministro de Defensa causó que partidarios de Bolsonaro se tomaran las calles, acusando al Presidente electo de eliminar la presencia militar en el gobierno, a su juicio, garantía contra la corrupción.
Por Michael Pooler
El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha nombrado a un civil para el importante cargo de ministro de Defensa en medio de protestas frente a los cuarteles pidiendo que se anulen las elecciones y de rebelión en ciertos sectores de las Fuerzas Armadas.
El nombramiento la semana pasada de José Múcio Monteiro —el primer no militar en el cargo en casi cinco años— por parte del veterano izquierdista señala la intención de Lula de hacer retroceder la influencia política que los militares ganaron durante el mandato de su derrotado rival, el populista de extrema derecha Jair Bolsonaro.
Los oficiales activos o retirados que ocupan cargos gubernamentales y ministeriales en la nación sudamericana se duplicaron con creces hasta alcanzar los 6.000 bajo el mandato del excapitán del Ejército, quien cuenta con los miembros de las fuerzas, o "militares", como uno de los pilares de su movimiento nacionalista conservador.
Los partidarios de Bolsonaro argumentan que la presencia de militares ofrece un baluarte contra la corrupción que mancilló el anterior gobierno de 13 años del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula. Pero, para los críticos, ha supuesto una progresiva militarización del Estado brasileño.
"Las relaciones cívico-militares en Brasil sufrieron tensión debido a la participación de militares de reserva y en servicio activo en las campañas y en el gobierno de Bolsonaro, lo cual no es saludable ni para la democracia ni para la disciplina en las Fuerzas Armadas", dijo Eduardo Munhoz Svartman, presidente de la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa (ABED). "La tarea inmediata será sacar a los militares del escenario político", señaló.
Descontento social
El presidente entrante y su ministro de Defensa, de 74 años, tendrán que actuar cautelosamente. Múcio es un político de carrera a quien se considera como una opción pragmática.
Miembro de un partido de derecha, ocupó un cargo en el gabinete de un gobierno anterior de Lula y, más recientemente, fue presidente de la autoridad federal de auditoría.
"La despolitización y, más aún, el apartidismo de las Fuerzas Armadas, son absolutamente necesarios para el país", declaró Múcio a los medios locales.
A medida que la nueva administración busca reducir el número de oficiales en funciones civiles, él tendrá la delicada tarea de establecer buenas relaciones con los generales de alto rango.
Tras la estrecha victoria electoral de Lula a finales de octubre, los activistas pro-Bolsonaro, quienes afirman —sin pruebas— que la votación fue amañada, han bloqueado carreteras y han acampado frente a bases del Ejército, instando a la intervención militar para impedir que el izquierdista asuma un tercer mandato el 1 de enero.
Los manifestantes han denunciado al Supremo Tribunal Federal (STF) del país y al Tribunal Superior Electoral (TSE), acusándolos de fallos prejuiciados contra la campaña de Bolsonaro. También han calificado de censura la represión judicial de la información incorrecta en los medios sociales.
"Ellos están imponiendo el autoritarismo antidemocrático en nuestro país", dijo Jorge Lopes, de 61 años, quien estaba entre cientos de personas vestidas con los colores nacionales de amarillo y verde frente al comando militar del sureste en São Paulo. "Queremos que el ejército recupere nuestros derechos. No sería un golpe de Estado, sino un contragolpe".
La violencia estalló en Brasilia, la capital del país, el lunes por la noche cuando los alborotadores incendiaron vehículos, intentaron invadir un edificio de la policía, y se enfrentaron con las fuerzas del orden tras la detención de un manifestante pro-Bolsonaro, según informaron los medios de comunicación.
Aunque pocos en Brasil creen que exista un serio riesgo de un golpe de Estado respaldado por los militares, sigue habiendo inquietud sobre el grado de apoyo que el movimiento más amplio tiene entre algunos militares.
Esto se vio agravado por una carta pública firmada por los jefes del Ejército, de la Fuerza Aérea y de la Marina el mes pasado, que condenaba cualquier restricción indebida de los derechos de los manifestantes (así como cualquier "exceso" cometido por ellos) en términos cuidadosamente redactados.
Antes de las elecciones, Bolsonaro trató de obtener el respaldo de los militares a sus afirmaciones de que el sistema de voto electrónico de Brasil era vulnerable al fraude.
Aun así, los altos mandos no siempre han accedido a los intentos del presidente saliente de ‘utilizar’ a las tropas para su beneficio político personal.
El poder de las FFAA
Una figura política con experiencia en el trato con las fuerzas armadas, que pidió no ser nombrada, dijo que habían sido "fundamentales para mantener la democracia" en los últimos tiempos.
Después de que un ministro de Defensa anterior fuera despedido el año pasado en medio de informes de crecientes tensiones con Bolsonaro, los tres comandantes de todas las ramas de las fuerzas renunciaron al día siguiente, en aparente protesta por los intentos del presidente de politizar a los militares.
"Bolsonaro intentó involucrar a las fuerzas armadas en un proyecto autoritario, pero al final no lo secundaron", dijo el político.
La mayor preocupación son los soldados rasos, donde las posiciones de línea dura de Bolsonaro en relación con todo — desde los valores familiares hasta la ley y el orden — resuenan poderosamente, dijo Svartman en la ABED.
"Hasta ahora no hay ninguna impugnación significativa de los resultados de las elecciones o de la legitimidad del presidente electo que provenga de los altos rangos. Los militares de alto rango más razonables están anticipando la vuelta a un papel más tradicional y menos destacado de sus servicios", él afirmó.
"La novedad puede provenir de los rangos inferiores, donde el llamado bolsonarismo puede perdurar durante un tiempo", añadió Svartman.
Junto a los informes sobre personal en servicio activo que incumple las normas internas para participar en manifestaciones, otro foco de tensión son los oficiales de la reserva del ejército, en su mayoría jubilados y de mayor edad.
Un grupo de más de 200 reservistas, incluyendo generales, recientemente firmaron una declaración solicitando una acción militar y condenando al TSE, el cual el mes pasado rechazó un recurso legal del partido de Bolsonaro para invertir el resultado de las elecciones.
Lula se ha mantenido optimista, diciendo que él es una entidad conocida por el mando militar debido a sus dos períodos anteriores como presidente entre 2003 y 2010. Sin embargo, ha insistido en que Brasil volverá a la "normalidad en las relaciones entre las fuerzas armadas y el gobierno".
Dada la falta de fuertes lazos del PT con los militares, y la antipatía entre los conservadores hacia el partido de izquierda, se espera que Múcio demuestre ser un hábil interlocutor. Hamilton Mourão, un exgeneral y el vicepresidente de Bolsonaro, ha dicho que él debería ser bien visto por sus camaradas.
"Él tiene un perfil discreto, es moderado y tiene fama de buen negociador. Éstas son habilidades importantes", dijo Vinicius de Carvalho, un profesor de estudios de guerra en el Colegio del Rey de Londres.
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