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Inundaciones dejan a brasileños ante sombría disyuntiva: ¿reconstruir o marcharse?

Las ciudades sopesan su futuro tras el desastre climático que asoló la potencia agrícola de Rio Grande do Sul.

Por Financial Times, editado por María Gabriela Arteaga / Foto: Reuters I Publicado: Viernes 14 de junio de 2024 I 08:30
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Por Michael Pooler

Danilo José Bruxel se enfrenta a una difícil tarea mientras inspecciona una iglesia y un grupo de casas en ruinas en una calle ribereña inundada por las aguas hace poco más de un mes.

El alcalde de Arroio do Meio está buscando nuevos terrenos para los residentes cuyos hogares quedaron destruidos después de las torrenciales lluvias que azotaron a Rio Grande do Sul, el estado más meridional de Brasil, desde finales de abril.

"De ninguna manera podemos permitir que la gente vuelva a construir aquí cerca del río", declaró el político, cuyo pueblo, situado en el valle de Taquari, se quedó sin electricidad, sin Internet y sin agua corriente durante 15 días tras ser devastado por las fuertes corrientes del río Taquari.

Las lluvias, vinculadas por los científicos al cambio climático, provocaron lo que se ha denominado el peor desastre natural de la historia del estado de Rio Grande do Sul, una potencia agrícola con un territorio mayor que el Reino Unido y una población de 10,9 millones de habitantes.

La respuesta del Estado podría servir de lección para otras partes del mundo amenazadas por fenómenos meteorológicos extremos asociados al calentamiento global, y las autoridades y los científicos advierten de que los barrios, e incluso ciudades enteras en riesgo de futuras inundaciones, podrían tener que reubicarse.

Rio Grande do Sul, uno de los estados más ricos de Brasil, representa alrededor del 6,5% del producto interno bruto (PIB) del país; además de la agricultura, es la sede de industrias, viñedos y turismo.

Se anticipaba que la economía local —aproximadamente del tamaño de la de Uruguay y la de Paraguay juntas— iba a crecer un 4,3% en 2024, pero ahora se prevé que se contraiga, según los cálculos de la Federación de Entidades Empresariales de Rio Grande do Sul (Federasul). Los economistas creen que las inundaciones reducirán el PIB brasileño en un 0,3% este año.

Las lluvias, que superaron los 1.000 milímetros en algunos lugares, afectaron a uno de cada cinco habitantes del estado y ocasionaron la muerte de 175 personas. Las lluvias dejaron a ciudades bajo agua; provocaron derrumbes que cerraron segmentos de importantes carreteras; y obligaron al ejército a intervenir para rescatar a los residentes que habían quedado atrapados. Alrededor de 420.000 personas siguen desplazadas.

La inundación se produjo después de otras inundaciones en junio, septiembre y noviembre del año pasado, en las que fallecieron 75 personas.

La magnitud de los daños ha generado comparaciones con el huracán Katrina, el cual asoló el sur de EEUU en 2005. Algunas estimaciones sitúan el costo de la reconstrucción en más de 100 mil millones de reales brasileños (US$ 19 mil millones).

Uno de los mayores retos a los que se enfrentan las autoridades será convencer a la población de que permanezca en la región y crear comunidades sostenibles, afirmó Aod Cunha, un economista y exsecretario de Hacienda del estado.

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"Con tantas demandas de emergencia a corto plazo, me temo que las soluciones a largo plazo para evitar los daños relacionados con el cambio climático no reciban la atención adecuada", añadió Cunha.

Esto ya se siente en la pequeña comunidad del valle de Roca Sales, donde la crecida del río Taquari dejó tras de sí un enorme vacío. En la fábrica de calzado Beira Rio, el mayor empleador de la ciudad, la fuerza laboral se ha reducido en aproximadamente una cuarta parte, a 650 empleados, y la compañía está teniendo dificultades para encontrar nuevos trabajadores. El vicepresidente de la compañía declaró que, desde las inundaciones, "los empleados han pedido irse o se han mudado; ha sido muy traumático".

La agricultura se ha visto particularmente afectada por las inundaciones. Rio Grande do Sul produce más de dos tercios del arroz, la soja y otros cultivos de Brasil, y se prevén pérdidas. El ganado ha perecido ahogado o por falta de alimento debido a las dificultades de transporte.

A Tadeu Wodzik, un pequeño agricultor que se ha ganado la vida cultivando zanahorias, coles y remolachas durante tres décadas, no le queda de su parcela más que un enorme estanque y el cascarón vacío de un invernadero; su huerto orgánico sigue sumergido. "Ahora tenemos que empezar de nuevo", dice él.

Para ayudar a Rio Grande do Sul a recuperarse, el Presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha anunciado paquetes de ayuda por valor de 62.500 millones de reales, los cuales incluyen la congelación de los pagos de la deuda del estado al Gobierno federal durante tres años y créditos subvencionados para las empresas.

Sin embargo, algunos líderes del sector privado afirman que las medidas son insuficientes, dado que muchas compañías no pueden aportar garantías para obtener préstamos o necesitan que se les aplacen los pagos de las deudas existentes.

En el municipio de Encantado, en el valle de Taquari, la empresa familiar Fontana, fabricante de jabones y productos químicos, ya había tenido que cerrar debido a inundaciones anteriores; la más reciente causó daños casi equivalentes a los 60 millones de reales que había invertido en los últimos años.

La compañía planea reubicar algunas de sus operaciones, pero parte de la planta no puede trasladarse. "Una empresa como la nuestra no puede estar aquí", dijo Ângelo Fontana, un miembro de la junta directiva. "El río se va a quedar, así que nosotros tenemos que irnos".

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Los críticos han acusado a las autoridades de no prepararse adecuadamente para las inundaciones. Científicos e ingenieros afirman que es necesario mejorar y adaptar la infraestructura y los sistemas de monitoreo para que el país sea más resiliente a las amenazas del calentamiento global.

Según un estudio del grupo Atribución del Clima Mundial (WWA, su sigla en inglés), las lluvias extremas que provocaron las inundaciones fueron más probables debido al cambio climático, y se intensificaron por el fenómeno de El Niño, el cual calienta la superficie del océano Pacífico y cambia los patrones meteorológicos globales.

"Ha habido un aumento en la intensidad y en la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos en Rio Grande do Sul durante las dos últimas décadas, especialmente en los últimos cinco años", afirmó Francisco Aquino, un climatólogo de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. "Es probable que aumente debido al cambio climático".

A corto plazo, las tareas más urgentes a las que se enfrentan las autoridades locales son la reparación de puentes y la búsqueda de viviendas para los desplazados a medida que bajan las temperaturas en el invierno del hemisferio sur.

En una mañana soleada en el centro histórico de Porto Alegre, la capital del estado, los trabajadores retiraban los escombros que habían quedado al retirarse las sucias aguas de la inundación. Toda la zona había quedado anegada después de que el río Guaíba se desbordara y alcanzara los 5,3 metros, muy por encima del récord anterior de 4,76 metros registrado en 1941.

"No tenemos ninguna certeza de que no vuelva a ocurrir", dijo Marcia Regina Lubenova, quien dirige un pequeño estacionamiento cubierto y un café. "Pero tenemos que tener esperanza. Los gauchos somos guerreros", agregó ella.

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