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La protagonista de los microcréditos en Perú que intenta revertir el efecto de la pandemia

Iris Lanao es continuadora del proyecto que en los años ‘90 comenzó su padre al crear Finca Perú, una de las organizaciones más relevantes en materia de microcréditos. Golpeada por el efecto económico de la pandemia, ahora está en proceso de reconstruir su actividad.

Por Andrés Pozo B. / Foto: Finca I Publicado: Viernes 14 de octubre de 2022 I 15:11
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Iris Lanao es protagonista del crecimiento y expansión del modelo de microfinanciamiento en Perú y, de alguna manera, de toda Latinoamérica. A través de Finca Perú, una organización que opera a través de 842 bancos comunales, atiende algunas de las regiones más pobres de su país con acceso a recursos para desarrollar pequeños emprendimientos, fundamentalmente de mujeres.

Con estudios de ingeniería económica y maestrías en la London School of Economics y Stanford, Lanao podría haber sido perfectamente ejecutiva de algún gran conglomerado financiero, pero en la década de 1990 decidió apoyar un emprendimiento que había ideado Aquiles Lanao junto a un amigo norteamericano John K. Hatch. Ambos, por años, habían estado trabajando desde la consultoría a proyectos de desarrollo de comunidades. 

Perú era un país distinto en esa época, porque se estaba saliendo de todo el problema que generó el territorismo con la organización Sendero Luminoso. Hoy, aunque lejos de eso, la situación económica que está dejando la pandemia y los continuos problemas de su clase política han vuelto a poner dudas en la nación.

El tema es que en 1993 dieron vida a Finca Perú, una organización en la que hoy trabajan más de 100 personas y que busca dar pequeños créditos a emprendedores, especialmente mujeres, para que construyan sus proyectos de desarrollo.

Así como otras instituciones, el modelo apunta a que esta población desatendida comience a generar su historial crediticio y vaya aumentando los montos a los que puede ir accediendo.

Hoy, el crédito promedio es de unos US$ 500, pero se puede partir en unos US$ 250 o menos y se va creciendo hasta superar los US$ 1.200. Solo atienden a personas que demuestren al menos seis meses de algún tipo de actividad, como comprar pan para venderlo.

Lanao recuerda que comenzaron en el denominado Trapecio Andino, una zona del país conformada por las regiones de Apurimac, Ayacucho y Huancavelica, en las que hay más pobreza. 

Así, Finca se fue especializando en microfinanzas, bajo la convicción de que “la pobreza no es solamente la falta de dinero. No es solamente que se necesita una entidad financiera que preste, sino es una estrategia para lograr una verdadera inclusión social, donde la gente pueda tener acceso a diferentes recursos, desarrollar capacidades, etc.”.

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El problema de la pandemia

Pese a las décadas que llevan funcionando en su país, los microcréditos están pasando por un momento especial. Por un lado, la pandemia los golpeó duro: Finca, que al cierre de 2021 tenía más de 11 clientes activos, perdió del orden del 40% por los problemas de pago. Más del 80% son mujeres.

“Nuestras señoras la han pasado muy mal durante la pandemia en lugares de mayor densidad poblacional, pues se han contagiado mucho. Tenemos demasiadas personas que han perdido familiares, y recién después de dos años se están reactivando”, relata.

Pero además, hoy hay más oferta de este tipo de créditos, lo que ha puesto el desafío de la educación financiera, para que las personas que atienden no terminen sobre endeudándose.

Por la pandemia, el negocio ha tenido cambios. Si antes los grupos urbanos eran quienes más demandaban microcréditos, ahora el sector rural tomó mayor protagonismo, porque pudo seguir funcionando en la peor etapa de la crisis sanitaria, que en Perú fue acompañada de drásticas medidas de confinamiento.

Esto los obligó a trabajar con una forma de organizarse distinta. Si en la ciudad la mujer cumple un rol importante como jefa de hogar, en el campo esto no es así. “En el área rural, ni siquiera el 50% eran mujeres… pero poco a poco hemos logrado cambiar esta mentalidad de que es toda la familia y que la familia puede también ser representada por la mujer”.

También cambió toda la lógica de los plazos. En el campo, los retornos de los negocios no son inmediatos, hay que esperar -por ejemplo- que los pollos o los chanchos crezcan o que los cultivos se desarrollen y se vendan. “Hemos ido poco a poco evolucionando de acuerdo a las necesidades de las clientas. Yo creo que esa es una de las de las grandes ventajas que tiene este modelo, pero no siempre es fácil porque tienes que estar soportado con buenos procesos optimizados y sobre todo con un sistema de información que a veces es caro y excede las posibilidades de una ONG”, dice.

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“Las cosas ya están moviéndose”

- ¿Han sido efectivos el sistema de microcréditos para mejorar la situación de las personas?

- Para ser totalmente honestos, de todos nuestros clientes, del orden del 20% de esa población tienen ese espíritu empresarial que les hace buscar negocio en el mercado. Para ellos, esto ha significado mucho, porque tenemos capacitación en gestión empresarial, el buen servicio a los clientes, etc.

Luego hay otro grupo, de entre 40% y 50%, que son mujeres que sufren de violencia o son personas mayores que necesitan recursos para hacerse chequeos. Ahí, el empoderamiento de las mujeres es vital, porque les ayuda a darse cuenta de que son valiosas, de que tienen derecho a ser felices. Entonces, obviamente, como estas mujeres no tienen un medio de vida, necesitan de un crédito también. Los resultados más valiosos son precisamente el empoderamiento que se logra en ellas. 

Creo que el cambio sí es muy importante y hay que verlo de manera integral, porque lo que estamos tratando es de cambiar a la comunidad, a nuestra sociedad, de hacerla más justa.

- Decía que a raíz de la pandemia, perdieron el 40% de los clientes. ¿Cómo cree que afectó?

- Para nosotros fue muy dura la pandemia como institución, porque durante tres meses condonamos todo tipo de interés, porque veíamos que las personas no podían salir a vender y, por lo tanto, no podían comer. Eso fue muy duro. También alargamos el periodo de pago en dos meses más. Tuvimos que hacer todo eso y hubo personas que simplemente no nos pudieron pagar.

- Pero en el fondo, ¿ve que hubo un retroceso social importante?

- Es muy importante, por lo menos en el perfil de las personas que nosotros trabajamos. Eran personas que ya habían avanzado. Escuché en algún momento que alguien que lleva 23 años con nosotros, que esto se parecía a como estuvimos cuando partimos en la época del terrorismo. Aunque no estamos así, está siendo muy duro. Pero hemos podido empezar un trabajo ahora con todo lo que conocemos, vamos a levantarnos, hay que mirar las cosas con optimismo y darle duro, porque estas personas necesitan de verdad un servicio como el que nosotros y otras organizaciones ofrecen.

- ¿Cree que esta situación se va a mantener por mucho tiempo?

  • - Yo he ido a Ayacucho después de casi dos años y medio, y pude ver que las cosas están moviéndose.

Sus lazos con la chilena Fondo Esperanza

Iris Lanao visitó hace unos días Chile, donde tiene relación con Fondo Esperanza, una organización que en 20 años ha apoyado a más de 540.000 emprendedores de sectores vulnerables del país.
Al igual que Finca Perú, utiliza el modelo de Banca Comunal para apoyar con créditos pequeños emprendimientos de los sectores más vulnerables. El 80% de los emprendimientos que apoya son de mujeres. 

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