El Brasil que deja Bolsonaro si pierde las elecciones de octubre
Bolsonaro llegó a la presidencia con un discurso ultraliberal para la economía. Si bien logró, antes de la pandemia, cumplir y dar marcha a las reformas, después las promesas pasaron a segundo plano y diluyó las reglas fiscales para impulsar el gasto y aumentar su apoyo.
Brasil está prácticamente en la recta final para elegir a un nuevo presidente. En tres semanas más, el domingo 2 de octubre, unos 148 millones de electores volverán a las urnas en la primera economía de América Latina.
Son unos comicios cruciales, porque la ciudadanía decidirá, según lo que indican las encuestas, entre el continuismo de la extrema derecha de Jair Bolsonaro o el retorno de la izquierda de Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha prometido reeditar lo mejor se sus mandatos anteriores.
Para cualquiera de ellos, la coyuntura económica a enfrentar es compleja no solo a lo interno, sino también por el impacto internacional. Como todos los países, Brasil ha sufrido por la pandemia y la invasión rusa a Ucrania y, en consecuencia, ya no tiene el crecimiento que alguna vez disfrutó ni está en línea con el de un país emergente.
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Su PIB creció el año pasado 4,6% tras el desplome de 3,9% por efecto de la crisis sanitaria. En 2022, también ha ido al alza y ese parece ser una de las pocas puntas de lanza de Bolsonaro para sostener su reelección.
En el primer trimestre, la economía avanzó 1,1%; y entre abril y junio la cifra de 1,2% fue mejor a lo esperado por el mercado, impulsada por el gasto de los consumidores y el repunte de los servicios, que dan cuenta del 70% de la actividad local. Fue el cuarto trimestre consecutivo de crecimiento, elevando la actividad económica un 3% por encima de su nivel previo a la pandemia, y apenas por debajo de su máximo histórico del primer trimestre de 2014.
Sin embargo, esos datos no cubren las grietas de lo que está viviendo el país considerando, por ejemplo, que el 1% más rico acumula el 40% de la riqueza nacional.
“Brasil sí, creció mucho, pero hay otros países que están creciendo mucho más. Colombia, por ejemplo, lo ha hecho en 7%. Brasil está por debajo y tiene la segunda peor recuperación de América Latina. Solo México se ha recuperado más lento”, explicó a DFSUD Marcos Casarin, economista jefe para América Latina de Oxford Economics.
Marcos Casarin, economista jefe para América Latina de Oxford Economics.
Arma de doble filo
En el gigante sudamericano, la principal fuente de ingresos, para muchos, viene de las ayudas del gobierno y no es algo nuevo. Se trata de un pago mensual que antes se conocía como Bolsa Familia, el gran instrumento de lucha contra la pobreza que impulsaron Lula da Silva y los gobiernos progresistas.
Bolsonaro llegó a la presidencia con un discurso ultraliberal para la economía, reformuló la propuesta –ahora se llama Auxilio Brasil- y duplicó inicialmente el pago a 400 reales (US$ 77 al cambio actual). En este tramo final del mandato, ha vuelto a subir el monto en una maniobra que ha sido señalada como propagandística, pero también suicida, considerando el impacto en las cuentas públicas.
“El próximo gobierno tiene que justificar o convencer el mercado de que tiene las herramientas necesarias para poner esta deuda pública en una trayectoria mínimo estable o sino descendente. No es fácil, no es popular”, señaló Casarin.
Con el coincide William Jackson, economista jefe de mercados emergentes de Capital Economics.
“Las medidas recientes destinadas a aumentar el respaldo a través de un mayor gasto en bienestar social han tenido poco efecto. Desde el punto de vista de los inversionistas extranjeros, el gobierno de Bolsonaro ya no se considera particularmente favorable a ellos y los mercados financieros han tenido un mal desempeño”, resumió.
En esa línea se suman las exenciones del impuesto al combustible que, si bien debían expirar este año, el actual jefe de Estado decidió extenderlas hasta 2023 en un proyecto de ley de presupuesto enviado al Congreso.
Considerando lo recaudado en la reforma de pensiones, uno de los grandes éxitos de la actual administración, y lo que se destina a “dar gasolina barata”, dijo Casarin, “no ha sido una medida tan eficiente”. “Creo que la respuesta más adecuada hubiese sido crear un fondo de estabilización, como el de Chile o México que está financiado por ingresos específicos; se acumulan en tiempos de bonanza y se usan en tiempos de depresión”, explicó.
De lo contrario, se preguntó, “¿cómo vas a pagar la salud pública, la educación y la policía? No me parece que sea eficiente”.
El gran debe de Bolsonaro
Bolsonaro, entonces, cerrará un mandato sin grandes logros, pero con una economía en buen pie. “El gran resumen para mí es que recibió un país muy reformado, con mucha confianza de los inversionistas, pero se desempeñó mucho peor de lo esperado frente a los demás países de Latinoamérica”, dijo Casarin.
Jackson, en tanto, añadió que, aun cuando antes de la pandemia el Ejecutivo había seguido una agenda de libre mercado y logró una reforma de pensiones que para muchos era improbable, esa hoja de ruta quedó en segundo plano “y las tendencias más populistas del presidente se hicieron patentes: ha diluido las reglas fiscales para impulsar el gasto y aumentar su apoyo”.
Así, los expertos coincidieron en varios puntos: Bolsonaro logró las reformas, pero no ha recogido sus frutos porque eso tarda años para se filtre dentro de la economía; supo poner el estímulo fiscal donde se necesitaba y supo retirarlo a tiempo; respetó el techo de gasto –pese al período de gracia en 2020, por la pandemia-; pero perdió al final del mandato al intentar, desesperadamente, recuperar su popularidad.
“Perdió un poco la credibilidad fiscal. Ahora dudamos que aumentos temporales de gastos no se transformen en aumentos permanentes”, señaló Casarin.
La clave, dijeron, está ahora en las señales que sé el ganador de los comicios –que posiblemente se conozca el 30 de octubre en segunda vuelta- una vez llegue al Palacio de Planalto. El cómo será la relación con los mercados y cuáles los cambios definirán si efectivamente a partir del segundo semestre de 2023 empiecen a bajar las tasas para incentivar la economía.
“Quien gane las elecciones se enfrenta a una situación económica difícil. La inflación es quizás el problema más inmediato, aunque al menos hay señales de que está bajando. Pero también hay temas a más largo plazo, incluida la estabilización de las finanzas públicas y el aumento de la baja tasa de crecimiento”, señaló el economista de Capital Economics.
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William Jackson, economista jefe de mercados emergentes de Capital Economics.
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