Polos opuestos: Brasil acelera con biocombustibles mientras Argentina se estanca
El gigante sudamericano consolida su liderazgo global con Petrobras de regreso en el negocio, mientras que del otro lado de la frontera las plantas argentinas operan a media máquina y enfrentan presiones del lobby petrolero.

Para 2030, la demanda de energía renovable casi se triplicará, impulsada por la urgencia de descarbonizar y por la apuesta de las empresas a nuevas fuentes de energía.
Uno de los motores de este boom es el biocombustible, que ha llamado cada vez más la atención de sectores difíciles de electrificar. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), “en 2030, la aviación y el transporte marítimo serán responsables de más del 75% de la nueva demanda de biocombustibles”. Para cumplir los objetivos de Norteamérica, Europa y Japón, su consumo medio anual crecerá un 30% entre 2023 y 2030.
La AIE subraya que “el uso de bioenergía se expande cada vez más en la industria, seguida del transporte y la construcción. Es más económica que el hidrógeno y los electrocombustibles, y cuenta con un sólido apoyo político en muchas regiones”.
Esto es confirmado por la analista de mercados de XTB Latam, Emanoelle Santos, quien detalló que “los biocombustibles contribuyen a diversificar la matriz energética, disminuyendo la dependencia del petróleo importado. Esto refuerza la seguridad energética de los países y protege a las economías locales frente a la volatilidad de los precios internacionales del crudo”.
Además, detalló que es una industria que dinamiza la economía rural, al generar empleo en la agricultura, el transporte, la logística, la industria de refinado y las tecnologías de procesamiento. “El rol de los biocombustibles es especialmente relevante porque su infraestructura ya está en operación y es compatible con los motores actuales. Mientras la electrificación avanza a un ritmo desigual, el uso de etanol, biodiésel, biometano y SAF (combustible sostenible de aviación) permite avanzar en descarbonización inmediata en todos los segmentos del transporte, incluidos los de difícil electrificación como la aviación y el transporte pesado”, señaló.
Dos caminos distintos
En Argentina, la última gran inversión en la industria fue la del grupo Bahía Blanca a fines de 2024, con la primera planta de biocombustible para aviones y una inversión de US$ 200 millones.
En cambio, en Brasil los anuncios no se detienen. Recientemente, la estatal Petrobras reveló que está buscando volver a la industria del etanol y para eso mantiene negociaciones con FS e Inpasa.
El Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva estima que el sector requerirá inversiones por más de US$ 2.000 millones en nuevas plantas, mejoras industriales y expansión agrícola para cubrir la creciente demanda.
Brasil ocupa un lugar privilegiado: es el segundo mayor productor de etanol del mundo, con más de 35 mil millones de litros en la campaña 2023/2024, con una creciente participación del etanol de maíz, que ya representa más del 20% de la oferta.
Además, la política de mezcla obligatoria alcanzó el 30% en la gasolina (E30) y el 15% en el diésel (B15), medidas que “fortalecen la demanda interna y reducen la necesidad de importar combustibles fósiles”, según reforzó la experta de XTB.
El país también ha avanzado en biometano y bioelectricidad a partir de residuos de caña de azúcar, consolidando “su capacidad para integrar energías limpias en el sistema”.
Argentina, por su parte, es uno de los mayores exportadores mundiales de biodiésel, gracias a su cadena de valor basada en la soya. En 2024, “el consumo interno de etanol alcanzó un récord de 1,2 millones de m3, dividido entre etanol de caña y de maíz”, detalló la experta.
Con proyectos como la biorrefinería de YPF para producir SAF (combustible sostenible de aviación) y HVO (diésel renovable), el país tiene potencial para convertirse en actor central en los nuevos mercados de combustibles sostenibles.
Sin embargo, el panorama local es más complejo. El presidente de la Cámara de Empresas PYME Regionales Elaboradoras de Biocombustibles (Cepreb) de Argentina, Federico Martelli, advirtió que el retroceso en las mezclas obligatorias -del 10% al 7,5% en biodiésel y del 12,5% al 7,5% en bioetanol desde 2021- frenó el desarrollo. “Teníamos una industria construida para abastecer el 10% del mercado y hoy solo produce el 7,5%. Mientras Brasil aumentó su corte a 30%, Argentina se estancó”, lamentó.
Para Martelli, Argentina en su mercado interno se estancó en su producción. “Hoy para el mercado interno se produce alrededor de poco poco menos de 1 millón de toneladas por año… acá hay una tensión muy grande porque hay un sector energético/económico que plantea que la utilización de biocombustibles tiene que subir, y hay otro sector más vinculado a la industria petrolera que dice que lo contrario, argumentando que la industria petrolera puede abastecer tranquilamente el combustible que se necesita y que teniendo Vaca Muerta nosotros habría que subir el porcentaje de mezcla con biocombustibles”.
Para el empresario, estas grandes empresas petroleras tienen un gran poder de lobby y “encuentran una sintonía política con este gobierno. Estamos atravesando un momento político en el que tenemos un gobierno que no cree en los problemas medioambientales, no cree en el problema del cambio climático ni en la lucha por la defensa del medio ambiente, no cree en la política industrial, no cree en el desarrollo regional, y no se muestra muy preocupado por los puestos de trabajo y por el mercado laboral. Entonces se produce una tormenta perfecta donde las grandes plantas destinadas a la exportación están paralizadas o produciendo muy poco y las empresas pequeñas y medianas, que son las que están destinadas para el mercado interno están atravesando una crisis porque está obligada a vender bioetanol a un precio mucho menor de lo que le costó producirlo”.
Oportunidad regional
A nivel internacional, el escenario abre otra puerta. “América Latina tiene la oportunidad de consolidarse como bloque proveedor de biocombustibles sostenibles, aprovechando las fortalezas de Brasil, Argentina y otros países como Paraguay, Colombia y Uruguay”, sostuvo Santos.
Para lograr esto, se identifican tres ejes estratégicos: integración regulatoria, infraestructura logística compartida y cooperación tecnológica.
“En el plano regulatorio, la armonización de estándares de sostenibilidad y certificaciones (como ISCC, RenovaBio y los requisitos del programa CORSIA en aviación) permitiría crear un mercado regional fluido, con menor costo de cumplimiento y mayor competitividad global; en infraestructura, se necesitan inversiones coordinadas en corredores logísticos, blending, almacenamiento y transporte por ductos o barcazas, especialmente en la hidrovía Paraná–Paraguay; en cuanto al conocimiento técnico, Brasil puede actuar como hub tecnológico (flex-fuel, enzimas, eficiencia agrícola, biorrefinerías), mientras que Argentina
aporta capacidad industrial, aceites vegetales y expertise en exportación”.
Finalmente, si se conectan estas cadenas productivas, “América Latina no solo reducirá su dependencia energética externa, sino que también ganará peso en las negociaciones globales sobre combustibles limpios”, subrayó la experta de XTB.
Por su parte, Martinelli se sumó a este escenario propuesto por Santos y recalcó que “el biocombustible es una solución a los problemas medioambientales, pero su desarrollo depende de la normativa de cada país, el uso creciente de los mismos, porque hay que considerar una realidad, que el biocombustible es más caro que el combustible de origen fósil”.
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