Opinión FT: ¿Quién será el sucesor de AMLO?
Los principales contendientes se encuentran entre los colaboradores más cercanos de López Obrador: la alcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, el canciller Marcelo Ebrard y el ministro del Interior, Adán Augusto López.
Por Michael Stott
Ser conocido como “corcholata" tal vez no parece el comienzo más prometedor de una campaña presidencial, pero los contendientes del partido gobernante de México, Morena, no se están quejando. El apodo poco convencional forma parte de una peculiar contienda cuyo objetivo oficial es seleccionar al “coordinador de los comités de defensa de la Cuarta Transformación”. En realidad, es probable que decida quién será el próximo presidente de México.
Andrés Manuel López Obrador, el presidente populista de izquierda conocido como AMLO, sigue siendo, por mucho, el político más popular del país, pero la Constitución le prohíbe buscar la reelección. A pesar de sus modestos logros, insiste en describir a su gobierno como la “Cuarta Transformación”, una iconoclastia comparable a la independencia de México de España o la revolución de 1910.
A medida que se acerca el final de su mandato el próximo año, López Obrador se ha obsesionado con encontrar un sucesor digno para mantener encendida la antorcha transformadora. La "corcholata" que elija será el candidato favorito para ganar las elecciones del próximo año. Eso desencadena el juego de adivinanzas favorito de México: adivinar las intenciones del presidente antes de que “descorche” al ganador el 6 de septiembre.
Los principales contendientes se encuentran entre los colaboradores más cercanos de López Obrador: la alcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, el canciller Marcelo Ebrard y el ministro del Interior, Adán Augusto López. Todos renunciaron a sus cargos el mes pasado para emprender la campaña electoral, protagonizando acrobacias cada vez más improbables: Ebrard se puso un sombrero de vaquero para ordeñar una vaca, mientras que Sheinbaum fue ridiculizada en las redes sociales por imitar el acento regional de López Obrador en un mitin. Adán Augusto, como se le conoce, publicó una foto de sí mismo luciendo pensativo debajo de un árbol.
Oficialmente, el trío más tres contendientes menores están cortejando a los votantes que determinarán el ganador a través de una serie de encuestas de opinión a nivel nacional a partir de finales de agosto. Pero muchos creen que sólo contará una opinión: la del presidente.
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Las reglas del concurso son peculiares. El partido Morena de López Obrador está proporcionando un presupuesto de campaña de 5 millones de pesos (US$ 300.000) para cada candidato. No se permiten debates. Ningún gobernador, alcalde o representante electo podrá tomar partido. Los candidatos no compiten para presentar visiones alternativas de México, sino para mostrar su incondicional lealtad al presidente. Ningún candidato puede dar entrevistas a “medios hostiles a la Cuarta Transformación o partidarios del Antiguo Régimen”, una designación que el presidente ha aplicado a muchos medios de noticias extranjeros, incluyendo el Financial Times (FT).
A pesar de todos los impulsos transformadores de López Obrador, muchos mexicanos ven el proceso como una vieja tradición. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) —que gobernó México durante 71 años hasta el 2000 y en el que López Obrador se formó políticamente en la década de 1970— fue notorio por el proceso opaco bajo el cual el presidente efectivamente seleccionaba a su sucesor. “Algunos dicen que la decisión ya la tomó el presidente”, admitió Ricardo Monreal, uno de los seis corcholatas que va a la zaga en las encuestas. “Me resisto a creer eso”.
Algunos analistas ven el proceso de selección como un velado intento de López Obrador por eludir las reglas electorales que prohíben las campañas anticipadas y seguir la tradición del PRI al elegir a su sucesor. “Morena debería llamarse PRT (Partido de Transformación Institucional)”, bromea Luis de la Calle, consultor empresarial.
La mayoría de los observadores creen que López Obrador elegirá a Sheinbaum, cuya lealtad es incuestionable y que tiene una ventaja inicial en las encuestas. Ebrard demostró ser un diplomático confiable pero es visto como menos fiel, mientras que Adán Augusto ha atraído una atención no deseada por sus relojes de lujo y costosos eventos de campaña. (Él niega haber infringido alguna regla).
Sin embargo, el presidente puede terminar con más de lo que esperaba. “Obviamente, a AMLO le gustaría controlar el proceso dentro de Morena para garantizar la victoria de su 'corcholata’ preferida”, dijo Andrés Rozental, exvicecanciller. “Sin embargo, el proceso puede salirse de control dado lo prematuro que es”.
Pero con ninguno de los candidatos remotamente comparable al presidente en carisma y atractivo popular, ¿acabará el 'abridor en jefe' descorchando una botella sin efervescencia?
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