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Menos controles y consumo a la baja: el doble desafío de la industria vitivinícola de Argentina

Con el mercado interno en retroceso y los cambios regulatorios, las bodegas buscan adaptarse su modelo de negocio a un consumidor más selectivo.

Por Karen Flores B. / Foto: Pexels. I Publicado: Viernes 26 de diciembre de 2025 I 09:21
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La industria vitivinícola de Argentina, uno de los principales sectores productivos del país, atraviesa un punto de inflexión. En un contexto de mayor fragilidad económica, los hábitos de consumo han evolucionado a un ritmo más acelerado que la capacidad de adaptación de un sector históricamente regulado.

Hoy, el escenario combina dos factores que presionan al sector: un consumo interno en retroceso y una reconfiguración del marco normativo, tras la flexibilización de los controles estatales sobre la producción de vinos.

Este menor dinamismo no es un fenómeno nuevo. En línea con una tendencia global, el consumo de vino en Argentina viene cayendo desde hace años, lo que se vio amplificado por el contexto económico y la sensibilidad del producto al precio.

Dicho escenario ha obligado a las bodegas a revisar sus estrategias, con foco en diversificar sus ingresos y tener una relación más directa con el consumidor.

“Argentina tiene un mercado interno que, en términos de volumen, ha venido decreciendo por un  efecto que llamamos de ‘premiumización’; es decir, consumimos menos volumen, pero de mejor calidad y segmentos más altos”, comentó el director de la Cámara de Bodegas Argentinas, Milton Kuret, en entrevista con DFSUD.

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Menos controles

La flexibilización de normas que regulan la producción de vinos marcó uno de los cambios más relevantes para la industria vitivinícola. 

Hace poco más de un mes, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), junto a la Secretaría de Agricultura y el Ministerio de Desregulación, impulsó la derogación de 973 normas, reconfigurando el esquema de control sobre la producción, venta y exportación.

​​Dicha resolución, que entrará en vigencia el 1 de enero de 2026, introdujo un cambio al permitir que el INV concentre sus controles en la etapa de comercialización final del vino -es decir, sobre producto embotellado-, en lugar de supervisar cada fase de la cadena productiva.

Según el Gobierno de Javier Milei, este nuevo esquema reducirá significativamente la carga administrativa para las bodegas, ya que se dejarían de realizar alrededor de 5.000 fiscalizaciones presenciales al año, con el objetivo de disminuir costos y simplificar procesos.

A su vez, se eliminaron obligaciones como la declaración jurada semanal de elaboración y los permisos de tránsito frecuentes, además de volver optativas algunas certificaciones, con excepción de aquellas exigidas para las exportaciones.

Desde la cámara defendieron la iniciativa y sostuvieron que el nuevo esquema no implica una eliminación de los controles, sino un cambio en la lógica de fiscalización. “Desde nuestra perspectiva, la regulación nos parece buena (...) Necesitábamos disminuir los niveles de burocracia, muy asociados a lo que ha pasado en la historia”, señaló Kuret.

Por otro lado, desde Wines of Argentina (WofA) afirmaron que el hito “marca un punto de inflexión necesario para la competitividad”, al alinear los procesos de fiscalización con estándares internacionales, manteniendo intacto el rol del INV como garante de la trazabilidad y la seguridad alimentaria.

“Asimismo, optimizar los controles en el producto final embotellado, nos permite mayor agilidad comercial, condición que el mundo de hoy exige”, detallaron desde la entidad. 

Sin embargo, no todos los actores del sector comparten esa misma visión sobre los cambios. Si bien grandes entidades continúan analizando el alcance real de la normativa, ya han manifestado preocupaciones vinculadas a la decisión de volver optativos algunos controles, sobre todo aquellos asociados a la genuinidad del vino.

​​No obstante, desde la Cámara de Bodegas Argentinas, señalaron que la flexibilización no implica una pérdida de trazabilidad ni de controles sobre el producto final.

“Diría que hay una flexibilización porque sigue existiendo el control de trazabilidad, está garantizada desde el viñedo hasta lo que está indicado en las etiquetas. Lo que cambia es que ahora todo el proceso es mucho más flexible”, sostuvo Kuret.

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Menor consumo y cambios de hábitos

Más allá de la regulación, el principal desafío de la industria sigue estando del lado de la demanda. Según el INV, las ventas de vino en el mercado interno alcanzaron 692.370 hectolitros en octubre de 2025, lo que representó una caída de 4,8% frente al mismo mes del año anterior.

Este retroceso se da en una tendencia de menor dinamismo que viene acumulándose en los últimos años. En 2024, la comercialización interna totalizó 7.663.317 hl, un 1,2% menos que el año previo, mostrando una desaceleración contínua del consumo iniciada en 2020.

Desde la industria explicaron que el menor consumo responde a una combinación de factores económicos y estructurales. “El vino es un producto muy sensible al precio y a la situación económica de los consumidores”, señaló Kuret, quien agregó que este fenómeno no solo se ha dado en Argentina, sino que a nivel global.

A ello se han sumado cambios más profundos en los hábitos de consumo. Según Kuret, actualmente, “hay tendencias vinculadas a la salud”, que explican la menor demanda por el producto y su mayor moderación.

“Los cambios en los hábitos de consumo van a una velocidad mucho mayor que nuestra propia capacidad de reacción”, advirtió, lo que ha obligado a las bodegas a repensar no solo su oferta de productos, sino también la forma en que se vinculan con el consumidor final.

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Nuevas estrategias

Frente a este escenario, las bodegas comenzaron a desplegar nuevas estrategias. Una de las más relevantes es el desarrollo del enoturismo como fuente complementaria de ingresos.

Según un informe del Ente Mendoza Turismo (Emetur) en conjunto con la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar) publicado en mayo de este año, la cantidad de bodegas abiertas al turismo en Mendoza creció 57,5% entre 2018 y 2024, pasando de 146 a 230 establecimientos.

Para Kuret, esto permitió modificar la relación tradicional entre productores y consumidores. “Veníamos de tener consumidores prácticamente anónimos, a tener consumidores que visitan las bodegas, que hablan con las personas que hacen el vino y que generan un diálogo distinto”, explicó.

De acuerdo con el ejecutivo, el enoturismo aparece como el nuevo “driver de éxito para las bodegas”, donde tanto Gobierno nacional como las provincias, han trabajado mucho en su promoción. 

En esa línea, desde WofA indicaron que, a nivel industria, el foco estará puesto en la eficiencia operativa, mientras que, a nivel institucional, se priorizarán sinergias y creatividad en la promoción para agregar valor a bodegas y consumidores. En esa línea, la entidad aumentará su presupuesto en 39,8% para 2026, con una hoja de ruta orientada a impulsar las exportaciones hacia 2030.

En cuanto a las perspectivas para los próximos años, Kuret señaló que se espera un consumidor más selectivo, en un contexto en el que la industria sigue con atención el debate sobre eventuales reformas laborales e impositivas.

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