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Opinión FT: El reformista Milei es más ortodoxo de lo que parece

Existe el riesgo de que el Presidente argentino, dueño de la motosierra, declare la victoria de su programa económico demasiado pronto.

Por Financial Times, editado por María Gabriela Arteaga / Foto: Agencia Xinhua I Publicado: Viernes 28 de febrero de 2025 I 16:22
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Por Alan Beattie

Uno pensaría que un político con motosierra por hemisferio sería suficiente, pero las Américas se las han ingeniado para encontrar dos. El Presidente de Argentina, Javier Milei, siempre dispuesto a dar espectáculo, acaba de obsequiarle al vándalo administrativo estadounidense Elon Musk una versión grabada de su emblemática herramienta para cortar madera, en homenaje a su determinación conjunta de reducir el tamaño del Estado.

Detrás del dramatismo aficionado se esconde un éxito que ha sorprendido a muchos, incluyendo, lo confieso, a mí mismo. Desde su elección en noviembre de 2023, la liberalización económica y el conservadurismo fiscal y monetario de Milei han roto con el pasado intervencionista de Argentina, al tiempo que se diferencian bastante del trumpismo. También sigue siendo bastante popular a pesar del aumento de la pobreza derivado del ajuste.

El riesgo para Milei, aparte de la política habitualmente obstruccionista de Argentina y sus excentricidades personales, es que sucumba a la tradicional debilidad de los reformistas argentinos de declarar la victoria demasiado pronto.

Milei ha abandonado sus planes más descabellados de dolarizar la economía y cortar el comercio con China. Sin embargo, ha cerrado el déficit público con un ajuste fiscal, recortes del gasto público y una fuerte reducción de la inflación. La búsqueda inconsistente de la estabilidad monetaria y cambiaria socavó los esfuerzos de Mauricio Macri, el último presidente que predicó la ortodoxia económica. Milei también ha emprendido una rápida desregulación y ha liberalizado el comercio de mercancías reduciendo los aranceles.

Aún están por ver los beneficios a largo plazo de la liberalización nacional. Una desregulación precipitada conlleva riesgos. Pero la economía argentina — limitada por normas y restricciones que empoderan y enriquecen a los grupos favorecidos— está lista para la liberalización. Milei no ha eliminado irracionalmente grandes tramos de la burocracia siguiendo el modelo de Musk. Su reestructuración en la práctica ha utilizado algo más parecido a un machete burocrático, quizá incluso un cuchillo de tallar, que la motosierra de Musk.

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La liberalización comercial de Milei merece un aplauso. Ha recortado los aranceles sobre los bienes de consumo y —al menos temporalmente— ha reducido los impuestos a la exportación de productos agrícolas. Desde la presidencia de Juan Perón en las décadas de 1940 y 1950, la política comercial de Argentina ha sido un extraño ejercicio de desventaja comparativa: robar a la agricultura, donde Argentina es globalmente competitiva, para proteger la industria manufacturera, donde manifiestamente no lo es.

Las amenazas al éxito continuo de Milei recuerdan a la presidencia de Carlos Menem entre 1989 y 1999. Los esfuerzos de Menem se enfocaron en fijar el peso argentino frente al dólar, pero no logró mantener la disciplina en los déficits fiscal y exterior. A los sucesivos planes de rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) les siguió en 2001 el mayor incumplimiento de deuda soberana —en ese momento— de la historia. Milei también enfrenta una moneda muy cara. En términos reales, el peso argentino se disparó en 2024 en relación con otras monedas de mercados emergentes.

La tentación es apuntalar la tasa de cambio nominal para controlar la inflación. En el caso de Milei, eso le facilitaría las cosas en el Congreso, cuyas elecciones se celebran en octubre. Pero ese camino ha llevado a un caro endeudamiento internacional y, con frecuencia, a crisis de deuda. Menos arriesgado, pero políticamente impopular, sería acceder rápidamente a las exigencias del FMI para reducir la sobrevaloración de la tasa de cambio y eliminar gradualmente los controles de cambio. Milei promete que lo hará, pero la conveniencia electoral significa que esos planes siempre pueden cambiar.

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Al igual que con Menem, para Milei existe el peligro de acercarse demasiado al presidente estadounidense. El FMI y la administración de Bill Clinton convirtieron a Menem en un símbolo internacional de la reforma; como invitado de honor, pronunció un discurso en la reunión anual del Fondo en 1998. Concedieron demasiados préstamos de rescate, empeorando el impago cuando se produjo.

Si Milei aprovecha su relación con Donald Trump y consigue que el FMI le facilite mantener una tasa de cambio real sobrevalorada, aumentarán los riesgos para sus reformas. A pesar de su cortesía personal, el conservadurismo fiscal de Milei y el libre comercio son muy distintos de la adicción de Trump a los recortes fiscales, los aranceles y el proteccionismo.

De cierta forma, Milei es la encarnación viva de un programa tradicional de préstamos del FMI, aunque con una motosierra. Pero ahora se encuentra en el tipo de coyuntura en la que sus reformas o siguen por el buen camino o empiezan a desviarse peligrosamente. Hasta ahora, la presidencia de Milei ha superado muchas expectativas. El futuro de Argentina depende de que ignore los cantos de sirena a favor de que relaje las reformas.

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