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Opinión FT: América Latina reconoce al tradicional caudillo en Donald Trump

Los latinoamericanos encuentran más fácil entender al líder estadounidense, pues vivieron personajes similares de forma constante en la región durante dos siglos.

Por Financial Times, editado por María Gabriela Arteaga / Foto: Reuters I Publicado: Martes 4 de marzo de 2025 I 10:13
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Por Michael Stott

Impertinentes, groseros e impredecibles. Ignoran la ley, citan la voluntad del pueblo. Prefieren los acuerdos rápidos a través de intermediarios confiables a las políticas gubernamentales.

La política iconoclasta del Presidente Donald Trump y su disposición a cambiar radicalmente las alianzas de larga data han alarmado a los europeos y conmocionado a muchos estadounidenses, pero los latinoamericanos encuentran más fácil de entender al líder estadounidense. Reconocen una figura familiar: el caudillo o autócrata, que han sido una constante en la región durante dos siglos.

“Trump es impredecible, caprichoso y vengativo como los caudillos latinoamericanos”, dice Enrique Krauze, un historiador y escritor mexicano. Compara al líder estadounidense con Santos Banderas, un déspota sudamericano ficticio de la novela Tirano Banderas de Ramón del Valle-Inclán.

Los primeros caudillos en las décadas posteriores a la independencia de España eran a menudo líderes militares que imponían el orden en caóticas naciones jóvenes. Pero en el siglo XX, evolucionaron para incluir figuras electas como Juan Domingo Perón en Argentina o Getúlio Vargas en Brasil.

Perón, un general que se convirtió en político populista, una vez dio un gran discurso sobre cómo “queremos que esta lucha sea por la grandeza de Argentina” o, en otras palabras, hacer que Argentina vuelva a ser grande.

La inclinación de Trump por cambiar el nombre de lugares emblemáticos como el Monte McKinley en Alaska se hace eco de movimientos de caudillos anteriores: la cumbre más alta del Caribe fue rebautizado como Pico Trujillo en honor al presidente Rafael Trujillo durante el largo mandato del generalísimo en la República Dominicana.

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Al igual que el líder estadounidense, los caudillos modernos como Hugo Chávez de Venezuela y Jair Bolsonaro de Brasil han sido maestros de las redes sociales que evitan los medios tradicionales y desorientan a los oponentes con declaraciones estrafalarias y deliberadamente provocadoras.

Procedentes de la izquierda o la derecha, reúnen a las masas detrás de la bandera nacional y de un presidente “salvador” que rescatará a la nación y le devolverá la grandeza.

El guion postelectoral sigue un arco familiar: en el cargo, el “salvador” se vuelve autoritario, despide o encarcela a los oponentes, arremete contra los medios y reescribe las leyes para eliminar restricciones.

“Las instituciones ya no eran capaces de contenerlos”, dijo el excanciller mexicano Jorge Castañeda sobre los caudillos. “El mejor ejemplo es Chávez, muy similar a lo que está haciendo Trump: ser elegido y luego, poco a poco, socavar las instituciones que lo rodean y que se supone que lo contienen. Está claro que lo está haciendo con el sistema de justicia y con la burocracia”.

Cuando un caudillo está en el poder, los miembros de la familia adquieren una importancia descomunal, tanto como intermediarios como negociadores por derecho propio. “Nos guste o no, el brasileño más influyente en este momento en EEUU no es el embajador brasileño”, argumenta Marcos Troyjo, ex presidente del banco BRICS. “Es el hijo de Bolsonaro, Eduardo, por su estrecha relación con el entorno de Trump”.

La familiaridad con el caudillismo también ayuda a los presidentes latinoamericanos a lidiar con Trump. Algunos de los líderes de la región, como Nayib Bukele de El Salvador o Javier Milei de Argentina, son fanáticos declarados.

Pero incluso aquellos que no lo son, como la Presidenta izquierdista de México, Claudia Sheinbaum, han encontrado en su mayoría una manera de negociar. La excepción es el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, que intentó desafiar a Trump, pero rápidamente se rindió después de ser amenazado con sanciones paralizantes.

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Sheinbaum consiguió el acuerdo de Trump para posponer los aranceles draconianos durante un mes después de una llamada privada que siguió algunas de las reglas tácitas para tratar con los caudillos: ignorar la retórica provocadora; evitar los ataques personales o el servilismo público; y hablar en privado.

Los críticos han sugerido que Sheinbaum tuvo la formación ideal: su patrocinador político y predecesor, Andrés Manuel López Obrador, mostró muchas cualidades características de un caudillo (y desarrolló una relación sorprendentemente positiva con Trump, quien, según se dice, lo apodó “Juan Trump” como muestra de afecto.

Desafortunadamente para EEUU, el Gobierno de los caudillos latinoamericanos rara vez termina bien.

La muerte prematura en el cargo, ya sea por enfermedad (Perón y Chávez), suicidio (Vargas) o asesinato (Trujillo), es común. La prisión (Alberto Fujimori en Perú y pronto Bolsonaro, si los fiscales se salen con la suya) es otro destino. Una jubilación feliz es rara, lo cual refleja el hecho de que, tarde o temprano, la gente se cansa de su caudillo.

Krauze concluye: “Todos los caudillos son detestables, pero lo son de diferentes maneras”.

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