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Fuerzas conservadoras de Brasil intentan recuperar fuerza ante el resurgimiento de la izquierda

Conocido como CPAC (o Conferencia de Acción Política Conservadora), el espectáculo es una importación de la derecha estadounidense que se ha afianzado entre la mezcla brasileña de comunidades conservadoras, evangélicas y de extrema derecha.

Por Financial Times, traducido por María Gabriela Arteaga / Foto: FT I Publicado: Lunes 25 de septiembre de 2023 I 08:34
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Por Bryan Harris

"Lula debe dimitir", gritaba un hombre, que llevaba una camiseta con el mismo mensaje. Luego se escuchó el coro: "¡Lula, debe dimitir!", mientras la multitud expresaba su desagrado por el presidente izquierdista de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.

El grupo se había reunido frente a un centro de convenciones en la ciudad oriental de Belo Horizonte para un gran espectáculo que los organizadores habían promocionado, con evidente exageración, como el "mayor evento conservador del mundo".

El espectáculo, conocido como CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora), es una importación de la derecha estadounidense que se ha arraigado entre las comunidades conservadoras, evangélicas y de extrema derecha de Brasil.

Durante la anterior presidencia de Jair Bolsonaro, excapitán del ejército convertido en político populista, la CPAC creció hasta convertirse en una especie de Carnaval para la derecha. En lugar de serpentinas y brillantina, hay banderas y camisetas de Brasil. En lugar de samba, hay conferencias sobre los peligros de la ideología de género y la importancia de Jesús.

Este año, sin embargo, la exuberancia arrogante del acontecimiento prácticamente se había desvanecido. Con Bolsonaro fuera de la presidencia con la prohibición de competir las elecciones, y la izquierda de nuevo en ascenso, cualquier sensación de triunfalismo se había desvanecido. En su lugar había miedo y aversión.

"El gobierno de Lula está marcado por el odio, el resentimiento y la venganza", dijo Julia Zanatta, legisladora federal del partido Liberal de Bolsonaro, cada vez más ultraderechista. "Y las decisiones del poder judicial han demostrado que todo vale y cualquier táctica está permitida en contra nosotros: la oposición, los políticos de derecha y los conservadores.

Además de Lula —que goza de un alto índice de aprobación a pesar de su estrecha victoria electoral del año pasado— gran parte de la angustia en la CPAC se dirigió contra el Tribunal Supremo de Brasil. En los tumultuosos días antes y después de las elecciones del pasado octubre, el tribunal adoptó una postura firme en la represión de la incitación al odio y la desinformación, a menudo difundidas por redes de extrema derecha.

Luego, cuando miles de radicales pro-Bolsonaro asaltaron y destrozaron las instituciones políticas del país en enero, el tribunal dio un paso más, al detener a miles y acusar a cientos de ellos. Apenas una semana antes de que comenzara la CPAC, pronunció una primera y severa condena: 17 años a un alborotador que fue atrapado destrozando el Senado. El tribunal consideró que los disturbios eran un intento de golpe de Estado.

Aunque la insurrección fue ampliamente condenada por la sociedad brasileña, la derecha populista ha intentado presentar la respuesta judicial como una persecución política. Una decisión separada del tribunal electoral de Brasil en junio de despojar a Bolsonaro de sus derechos políticos durante ocho años, después de que fue condenado por abuso de poder mientras estaba en el cargo, ha alimentado la sensación percibida de injusticia.

"Con cada paso que doy me arriesgo a ser enjuiciado", dijo Cristiano Caporezzo, legislador estatal que intervino en la CPAC el sábado. "De hecho, ya he recibido una denuncia de la fiscalía, alegando transfobia por la sencilla razón de que nunca aceptaré que un hombre biológico, que se cree mujer, compita en ningún deporte femenino".

En el transcurso del fin de semana, muchos de los oradores instaron a la multitud a no tener miedo y a empezar a reconstruir el movimiento conservador. Pero la sensación de malestar era palpable. Muchos asistentes expresaron su incomodidad por tener que revelar sus nombres y datos personales al inscribirse.

Las entradas costaban inicialmente US$ 50 por persona, pero una semana antes del evento los organizadores renunciaron a esta tasa y ofrecieron reembolsos. Sin embargo, el recinto, con capacidad para 1.500 personas, nunca pareció llenarse en más de dos tercios.

En años anteriores, el evento había atraído a muchos oradores de la derecha estadounidense, incluyendo congresistas republicanos y miembros del círculo de allegados de Donald Trump. El año pasado, Javier Milei —el favorito en las próximas elecciones presidenciales de Argentina— fue un invitado destacado. Este año todos se han mantenido al margen.

"Tenemos miedo de hablar, miedo de publicar en Internet, miedo de decir su nombre...el nombre del juez del Tribunal Supremo Alexandre de Moraes", dijo Patricia Schmidt, que viajó desde la sureña ciudad de Curitiba para asistir al evento.

Bruno Carazza, analista político y profesor de la Fundación Dom Cabral en Belo Horizonte, dijo que el movimiento estaba en una "posición defensiva" desde la derrota de Bolsonaro y los disturbios de enero, que habían empañado la imagen de la derecha populista entre la población en general.

"Es un momento difícil para ellos. Ahora están intentando movilizarse y crear un plan para los próximos años".

De hecho, las elecciones municipales del próximo año y las elecciones federales de 2026 pesaban en la mente de los políticos más veteranos presentes.

Romeu Zema, el gobernador derechista del estado de Minas Gerais —donde se encuentra Belo Horizonte— subió al escenario entre aplausos ensordecedores y personas coreando su nombre.

"Tenemos que participar, tenemos que luchar. Tenemos elecciones municipales el próximo año y tenemos que encontrar buenos candidatos y conseguir que se postulen", dijo Zema, un exmagnate de negocios pulido y elocuente, que muchos esperan que se presente a las elecciones presidenciales de 2026.

Sin embargo, el discurso fue interrumpido a la mitad por un alborotador que arremetió contra los requisitos estatales de vacunación durante la pandemia, y Zema tuvo que abandonar bruscamente el escenario. Incluso en esta reunión única de la derecha brasileña, no hubo consenso.

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