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Las claves de Sergio Fajardo, el artífice de reconvertir a Medellín, para combatir la violencia en la región

Su mandato fue reconocido por combatir la inseguridad, con esfuerzos por mejorar la infraestructura urbana en una ciudad que tenía una tasa de homicidios de 57,3 cada 100 mil habitantes.

Por Dayanne González / Foto: Archivo I Publicado: Martes 12 de noviembre de 2024 I 11:30
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Sergio Fajardo tenía 44 años cuando comenzó su vida política. Es profesor universitario con un doctorado en matemáticas, y se define a sí mismo como científico y una persona “profundamente preocupada por la educación”. Fue, además, alcalde de Medellín entre 2004 y 2007 junto al movimiento cívico “Compromiso Ciudadano”.

Su gestión fue reconocida por la implementación de programas para combatir la violencia y la inseguridad en una de las ciudades más complicadas de Colombia.

“Sabíamos que nos teníamos que volver a encontrar, porque la violencia va segregando, fragmentando la sociedad y destruyendo el tejido social. Se cortan los nexos y queda todo el mundo dividido, sometido al poder de los violentos”, comentó a DF.

“Chile tiene un reto desde esa explosión en 2019: tienen que mirarse muchas cosas asociadas con el mundo joven. Me parece importante (...) que dediquen esfuerzos a entender las condiciones territoriales y no dejar crecer la criminalidad, porque es muy difícil contenerla”

- Se ha dicho muchas veces que cambió la cara de Medellín durante su gestión. ¿Cómo se gestó la transformación de la ciudad?

- Entender a Medellín es una un poco difícil, porque no hay una ciudad con una historia parecida de violencia. Sabíamos que teníamos que mirar a la generación de jóvenes que habían entrado al mundo de la violencia, de la ilegalidad y que teníamos que construir nuevos espacios para encontrarnos.

Debíamos crear las condiciones para que nadie pensara que la ilegalidad le podía dar la oportunidad de una nueva vida, eso fue fundamental. Nos llevó a saber cómo teníamos que intervenir: lo primero era identificar que los jóvenes vulnerables tienen, por alguna razón, algunas debilidades en su formación y que están frágiles con respecto a lo que ocurre en su entorno. Eso requiere una atención especial de equipos de psicología, sociología y de entender el territorio, además de trabajar con ellos y sus familias.

También era fundamental trabajar con la comunidad donde habitaban, ya que muchas veces eran asentamientos informales donde se daban las mayores expresiones de violencia. Eso sí, hay que reconocer que en diversas las localidades, muchos no habían sido parte de la violencia, pero no tenían oportunidades.

Por otra parte, durante nuestra gestión estaba en el poder el Presidente Álvaro Uribe. Él hizo una negociación con grupos asociados con el paramilitarismo y narcotráfico. Inmediatamente nosotros nos ocupamos de atender a quienes estaban saliendo de ese mundo y nos preocupamos de hacer un proceso de reinserción.

Hicimos reinserción y prevención y, al mismo tiempo, se trabajó en articular el fortalecimiento de la fuerza pública, combatir el crimen, trabajar en conjunto con los cuerpos de inteligencia para enfrentar la cantidad de recursos que se mueven en el mundo de la ilegalidad y la criminalidad. Esa es la fórmula.

En el nivel local se puede hacer eso y se necesita la articulación con el Gobierno nacional para los diferentes niveles, con la justicia y la policía.

- Sobre la articulación con el Gobierno, ¿cómo es posible lograrla de manera efectiva cuando los signos políticos son distintos?

- Ese es un reto. Requiere la grandeza de las personas que están involucradas. Es muy difícil porque desde el poder central se mira todo el poder. Nosotros tenemos un país que es muy diverso y disperso. Yo no había votado por Uribe, pero fuimos capaces de alinear los intereses de una manera respetuosa y de trabajar juntos en general. Es muy difícil cuando hay signos políticos que no son los mismos, pero estábamos preocupados por Medellín, en ese lugar, en esa circunstancia, y no estábamos preocupados por nada más.

- ¿Cree que esa articulación se da en la actualidad?

- Es complejo. Hoy en Colombia no se hace o rara vez se hace, y es parte de los problemas que tenemos. Hay un Gobierno con un Presidente que no se entiende con alcaldes ni con gobernadores; eso debilita el desarrollo del país a partir de las regiones, que es una necesidad.

- Durante su gestión, la tasa de homicidios bajó de 57,3 casos por cada 100 mil habitantes en 2004 a 28,7 en 2007. ¿Cómo lo logró?

- Eso es netamente una articulación con el Gobierno nacional. Eso no lo hace un alcalde solo; hay una interacción que tiene que ver con las negociaciones y la seguridad asociada.

Además de eso, lo fundamental es la política pública. Hicimos “urbanismo social”, que es la intervención urbana en zonas donde teníamos la mayor pobreza, la mayor cantidad de violencia, las mayores desigualdades y necesidades.

Eso significaba que actuábamos en múltiples frentes. Siempre donde yo esté estará la intervención en educación. Hacíamos intervenciones comunitarias, por ejemplo, con los centros de emprendimiento zonal, donde están las locales más informales, red de microcrédito, formación de las personas que están en ese territorio.

Al mismo tiempo hicimos intervenciones en salud, deporte, parques, bibliotecas, que eran sitios de encuentro totalmente novedosos para niños y jóvenes; el teatro, la música, libros, espacios muy lindos que permitían que la gente se volviera a encontrar.

Teníamos obras de infraestructura que conectaban los sitios, puentes para traer la paz y, al mismo tiempo, intervenciones de vivienda en sitios neurálgicos.

Todo eso en el mismo momento es muy difícil coordinarlo en una administración. El urbanismo se convertía en una herramienta para construir dignidad. De ahí recuerdo una frase que repetí muchas veces: “Lo más bello para los más humildes”.

Construimos espacios nuevos, estéticamente hermosos, que hablaban de la dignidad de esas comunidades. Todo esto estaba pasando en múltiples lugares, con intervenciones integrales; íbamos construyendo los espacios, pero cada uno tenía un proyecto social. Eso era maravilloso.

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- ¿La transformación ha sido sostenible en el largo plazo?

- Bastante. En el país muchas veces el que viene quiere destruir lo que hizo el anterior; la frase construir sobre lo construido es muy escasa. Muchas veces el que llega no quiere reconocer lo que se hizo antes y entonces lo deja a un lado, o si lo puede dañar, lo hace.

Un alcalde trató de destruir todo lo que teníamos, pero no pudo. En el fondo, es testimonio de la solidez de lo que habíamos instaurado.

Ahora volvió otro alcalde y, más o menos, ha seguido una línea en la que Medellín se ha ido moviendo. Hay cosas que yo no hubiese hecho nunca, pero bueno, eso es normal en la política. 

- ¿Cómo cuáles?

- Es muy difícil decir esto porque cuando uno hace una intervención, cambia el contexto, entonces después ya no es el mismo. Yo estaría profundizando las intervenciones urbanas integrales que hicimos por muchas partes de Medellín. Creo que no se siguieron haciendo en la dimensión que sabíamos hacerlas.

Ya no era cuestión de hacer parques o bibliotecas porque ya existían, pero había otro tipo de intervenciones sociales asociadas con el mundo de los jóvenes y la desigualdad.

Siempre he creído en la capacidad de Medellín para ser una ciudad innovadora, para llevar emprendimiento en todos los niveles, desde el barrio más humilde hasta lo más sofisticado del conocimiento.

Lo podíamos hacer, pero no pasó en la dimensión que pensaba, con intervenciones de educación, ciencia, tecnología, innovación, emprendimiento y cultura.

Yo soy profesor y científico. Hubiese seguido profundizando enormemente eso y haciendo intervenciones en más sectores. Pero bueno, se siguen caminos y llegan otras personas y hacen lo que piensan.

¿Modelo de exportación?

- ¿Esta fórmula que usted usó en Medellín se puede exportar a otros países de la región?

- Los principios sí, lo de copiar no. Hay principios fundamentales de intervención con los que se puede trabajar, como es el buscar que no se entre al mundo de la ilegalidad. Se puede hacer y estoy seguro que sería muy exitoso.

A veces hay personas que prometen hacer parques o nuevos desarrollos, pero hay que saber muy bien cuál es la razón por la cual se hacen y cuál es el principio con el cual se construye. Es importante enfatizar que la comunidad sea partícipe de su desarrollo; eso se llama empoderar la transparencia para ganar la confianza.

Entonces, hay varias cosas que sí se pueden realizar en espíritu. Ya en cada lugar lo resolverán desde su perspectiva; pueden incorporar elementos culturales diferentes, buscar alternativas. Pero esos principios son válidos, legítimos, necesarios y muy útiles. 

- En el caso de Chile en específico, ¿cuál es su diagnóstico de la seguridad?

- Tuve una visita a Chile donde vi la preocupación que hay por los homicidios. Tienen razón en preocuparse, así no sea comparable con lo que nosotros tuvimos.

Es importante que miren el mundo joven y la ilegalidad, porque ya no vivimos el mundo del narcotráfico de los grandes capos; es una criminalidad que tiene otras formas de organizarse, la extorsión, un montón de elementos de la vida que empiezan a traer y que se va generando una red de conexiones en diferentes partes.

La venta de narcóticos, el narcomenudeo se dice en México, el microtráfico en Colombia; se van creando criminalidades con organizaciones. No es el modelo de los grandes narcos que están por todo el mundo y aparecen en las series de Netflix.

Para mí Chile tiene un reto desde lo que fue esa explosión en 2019: tienen que mirarse muchas cosas asociadas con el mundo joven. El problema es muy pequeño comparado con lo que tenemos nosotros o en México, pero me parece muy importante que no se tome a la ligera y que dediquen esfuerzos a entender las condiciones territoriales, a crear alternativas y no dejar crecer la criminalidad, porque es muy difícil contenerla.

- Ha dicho que es crítico del modelo de seguridad implementado por Nayib Bukele en El Salvador. ¿Cuáles son sus críticas?

- En Chile me nombraban a Bukele en muchas partes. Yo no creo en eso; entiendo el miedo de la gente, entiendo la inseguridad que se siente y la necesidad de tener actuaciones, pero tienen que ser asociadas con intervenciones sociales.

No creo que la solución sea que se van a meter a la cárcel a todos los jóvenes y con eso resuelven el problema. Hay que tener mucho cuidado porque son soluciones temporales donde después el costo es mucho más alto para toda la sociedad.

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