Opinión FT: La UE llega tarde al redescubrimiento de América Latina
Bruselas corre el riesgo de quedar marginada en una región crucial para la transición energética global.
¿Mejor tarde que nunca? El mensaje que la UE está enviando a América Latina y el Caribe al organizar una cumbre a principios de la próxima semana de líderes del Viejo y el Nuevo Mundo es decididamente mixto. Los optimistas dicen que la mera celebración de la reunión cuenta como una victoria; los críticos señalan que una brecha de ocho años desde la última reunión de este tipo indica una negligencia grave.
Para Europa, América Latina debería importar. Casi tan grande como Estados Unidos y China juntos, la región contiene casi una cuarta parte de los bosques del mundo, cerca de una tercera parte de su agua dulce y una cuarta parte de su tierra cultivable. La mayoría de sus 650 millones de habitantes viven bajo gobiernos elegidos libremente y se encuentran entre los mejor educados del mundo en desarrollo, con una clase media en crecimiento.
China ha tomado nota. Mientras que Europa se ha visto distraída por disputas internas y crisis en otros lugares, Beijing ha estado construyendo comercio, inversión e influencia de manera constante en América Latina. Mucho antes de Bruselas, se dio cuenta de la importancia estratégica de la región para la energía limpia (América Latina tiene más de la mitad de las reservas mundiales de litio y más del 40% de su cobre) y comenzó a adquirir minas.
China también ha desarrollado un apetito voraz por las exportaciones latinoamericanas de carne, soya y aceite. Como resultado, China es ahora el principal socio comercial de América del Sur y compra más de ese continente que la UE y EEUU juntos. (Más al norte, los acuerdos de libre comercio vinculan mucho más el comercio de México y América Central con EEUU).
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Nueva oportunidad
América Latina no es un socio fácil. La política de la región es turbulenta y algunas naciones, como Cuba y Venezuela, están estrechamente alineadas con Moscú. Carece de un organismo formal equivalente a la Unión Africana o la ASEAN. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), socio de la UE para la cumbre de la próxima semana, no tiene personal permanente, por lo que los preparativos se canalizaron a través de la presidencia pro tempore de San Vicente y las Granadinas, un estado insular de 110.000 habitantes.
Esas dificultades no han desanimado a los chinos, que están atrapados en una competencia cada vez más feroz con EEUU por el comercio, la inversión y la influencia en América Latina. Junto a ellos, Europa corre el riesgo de quedarse al margen.
Por lo tanto, la próxima cumbre ofrece una importante oportunidad para relanzar la relación de Bruselas con la región. La presidencia española de la UE de este año proporciona un impulso adicional. El desafío es institucionalizar una cooperación más estrecha y convertir las buenas intenciones en resultados tangibles.
Bruselas espera atraer a los latinoamericanos con promesas de inversión en energía verde, infraestructura y proyectos sociales, aunque no está claro cuánto dinero nuevo hay disponible. También se ofrece una cooperación más estrecha en tecnología digital. Los funcionarios enfatizan los valores democráticos compartidos de las dos regiones y el patrimonio cultural común. Promocionan la perspectiva de cumbres de líderes dos veces al año.
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Pero para que la relación prospere, necesita una base comercial sólida. La UE sigue siendo el mayor inversionista extranjero de la región y un importante socio comercial. La prueba de fuego ahora es simple: Europa debe ratificar su acuerdo comercial con el bloque sudamericano Mercosur. Con 20 años de elaboración, el pacto del Mercosur aún espera la aprobación final con algunos estados miembros de la UE que exigen salvaguardias ambientales adicionales, lo que a los ojos de América Latina parece un proteccionismo agrícola apenas disfrazado.
Si la UE quiere demostrar que se toma en serio su relación con América Latina, debe encontrar una manera de resolver cualquier preocupación ambiental restante, de una manera que no requiera renegociar el pacto del Mercosur, y ratificarlo rápidamente. Eso enviaría una señal más fuerte que cualquier número de cumbres.
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